TW

Lo que pasa es que todavía no te has enterado. No te preocupes, te lo explico. Todo lo que oyes es verdad, pero verdad verdadera y de la buena. Hasta que alguien descubre que esa verdad no es tan verdad o que incluso puede llegar a ser mentira. Y claro, todo cambia. Porque no es que una verdad que no sea verdadera sea mentira, es que puede pasar que sea una verdad que ha cambiado de opinión y que en su común denominador sigue siendo verdad, aunque la realidad a la que afecte sea mentira. ¿Me entiendes?

Se piensan que somos idiotas y nos tratan como tal. Y la mayoría no nos quejamos, ¿eh? Lo tenemos asumido mientras las verdades verdaderas disminuyen y crecen las verdades falsas y las mentiras verdaderas. Un lío, ¿verdad?

Es que de un tiempo a esta parte hemos dejado que sea más importante que lo que nos digan guste, aunque no sea cierto, a que nos importe más que sea verdadero, aunque no guste. Y a los políticos les va que ni pintado. Porque el escenario en el que se mueven no permite que cualquier ciudadano le pueda preguntar, cuestionar o hacerle saber lo que piensa. Te dirán que son accesibles, sí, pero no te lo pondrán fácil para que accedas a ellos. Y si lo logras, es muy probable que te contesten lo que quieran, no lo que tú has preguntado, porque uno de los artes oscuros de la política a la hora de la réplica es empezar a soltar muchas palabras muy seguidas y que agobie al que ha preguntado intentando que cuando acabe el que habla, el que escucha esté harto. O harta.

Noticias relacionadas

Pero fíjate bien, en otra escena. La del Congreso o el Senado. Uno pregunta una cosa y el otro responde lo que le apetece. Y no pasa nada porque su cargo, a diferencia de ti y de mi en nuestro trabajo, no está ligado a una justificación eficiente, mínimamente. A la mayoría nos echarían si no hiciésemos nuestro trabajo bien. A ellos no.

Y claro, entre las mentiras de unos y de otros, el nivel baja. Baja hasta el punto de que en algún momento se produce un error en cadena que nadie puede controlar. Y lo triste es que a ti a mí se nos queda cara de tontos y nos preguntamos si preferimos al que miente más que habla o al que ni siquiera es capaz de hacer bien su trabajo o de que como mínimo lo hagan los que están por debajo.

Y así nos va. Que llega un momento que hartos de todo y confundidos no sabemos quién es el malo y quién es el peor, y nos consolamos con lo que buenamente tenemos porque imaginamos que podría ser peor. Cuando la realidad es que debería ser mejor. Pero claro, parece que nos importa lo mismo que nos digan mentiras ciertas que verdades falsas y aquí hay quién vive muy cómodo.