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No hay padre ni abuelo que no haya jugado con sus peques más de cien veces a eso del esconderse y buscarte. Aprendes que eso de esconderse no es tan fácil y siempre te encuentran. A los mayores nos cuesta más escondernos sobre todo si juegas en casa, las bisagras no te permiten casi nunca utilizar los rincones más rebuscados y siempre te descubren por enseñar el plumero, es decir, porque se te asoma la cabeza por detrás de una mesa o una pierna mal doblada. Los peques lo tienen más fácil ya que para ellos esconderse bajo una silla es pan comido y al buscador ni se le ocurre mirar donde ni ellos se pondrían.

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Hay momentos en la vida y por desgracia más de los que uno desearía, en los que darías lo que fuera por esconderte. La prensa y determinadas cadenas televisivas parece como si quisieran apagarte esos restos de esperanza que te empeñas en conservar. La mayoría de hechos son verdades aterradoras y que tú, simple espectador de los acontecimientos, te ves incapaz de cambiar, asumiendo las consecuencias. Es necesario que quienes tienen las riendas de nuestras vidas dejen de mirarse el ombligo y actúen buscando soluciones que puedan ser barreras al caos al que se nos esta conduciendo. De lo contrario ya nadie podrá ni sabrá volver a jugar a eso de esconderse y contar hasta diez, porque entre otras cosas ya no habrá lugar donde ocultarse.