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La felicidad está sobrevalorada. Y sobre estimulada. No sé si te ha pasado que recibimos millones de mensajes en los que se nos anima a ser felices como si eso nos diese una especie de superpoder que todo lo puede y que todo lo vence. Y no es así. Hay que ser felices cuando todo lo que nos rodea nos permite ser felices, aunque pueda parecer infelicidad. Pero también, en contra partida, podemos ser infelices, aunque todo lo que nos rodee huela a golosina, sepa a nube y tenga una tonalidad entre rosita y turquesa, o el color que sea que tiene la felicidad.

En una época en la que nos creemos que somos más libres que nunca en nuestra historia, la verdad es que vivimos en una tiranía constante impuesta por aquello que nos dicen que está bien y aquello que nos dicen que está mal. «Tienes que ser feliz porque tendrás una fuerza invencible», nos animan, sin pensar que ahora mismo lo que nos apetece es no sonreír, no ser felices o, aunque sea solo por un ratito, enviarlo todo al carajo.

No te digo que ser infeliz esté bien, digo que no pasa nada por no querer ser feliz un rato. Ya se encarga nuestro alrededor, también, de machacarnos para que no lo seamos, o para que pensemos que lo somos, o para que pensemos qué tenemos que hacer, comprar, buscar, algo que nos falta y que nos completará como si fuésemos un puzle al que le falta una pieza.

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¿Y sabes? Somos increíbles. Cada uno, juntos y por separado. Como el mínimo común múltiplo y el máximo común divisor. Somos, como individuos, una especie de milagro con un montón de posibilidades por delante y una existencia corta, muy corta, para lograr en ella lo que nos llene. Si nos apetece llenar, porque también habrá quién esté a gusto estando vacío.

Yo soy feliz, lo admito. Tengo mucho más de lo que necesito y he recibido muchísimo más de lo que he buscado y de lo que creo que merezco. Soy feliz, y lo digo con conocimiento de causa porque también he sido infeliz. Y no estaba incómodo, pero tampoco me compensaba. Ahora, en cambio, siento una tranquilidad tan grande y una satisfacción tan completa que incluso me da igual si por las noches no puedo dormir del tirón y las ojeras me llegan hasta el suelo.

No te diré que busques aquello que te hace feliz, sería egoísta por mi parte si ahora, lo que te hace feliz es no ser feliz. Pero sí que te podría decir que si al acabar de leer este artículo miras lo que te rodea y no te gusta o no te completa, pongas el remedio que creas necesario. Porque no es lo mismo tener lo que quieres que querer lo que tienes.