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¿Te acuerdas que me llevo mal con el otoño, no? Pues ya has visto que el verano parece que se ha largado de golpe y porrazo y sin dar ninguna señal ni ninguna explicación. Desde el martes, día 10, hasta hoy, hemos sufrido un deterioro de la calma chicha que imperaba para dar paso a un viento frío, a unas temperaturas bajas y a unas ganas de gritar enfadado (al menos a mí) que no te puedes imaginar. Lo mío con el otoño no es algo personal, es algo de lo que realmente no recuerdo cómo empezó pero sí sé que él empezó primero. En realidad, no me molesta que las temperaturas vayan bajando progresivamente, ni tampoco que coincida con el inicio del curso escolar (cuando lo sufría) … Yo creo que tiene que ver con el viento.

Si te fijas, y este viernes fue un ejemplo clarísimo, que sople o no sople Eolo lo cambia todo. Desde el insoportable e inesperado frío de buena mañana hasta la incomodidad de tener que ir regulando las capas de ropa el resto del día. Ya sé que si frecuentas esta columna empiezas a tenerme calado con algunos temas. Sabes que tengo pánico a volar, aunque no por ello dejo de hacerlo y de moverme viajando, que prefiero tomarme la vida con más humor que otra cosa y que el otoño me cae fatal, como ese vecino incómodo. En el apartado de los propósitos, el otoño es el primero del Año Nuevo, supone una especie de ‘break’ con lo que has hecho hasta ese momento que te invita a invertir más tiempo en cosas para las que no tenías y a quitar más tiempo de las cosas que puedes hacer cada vez menos. Como ir a la playa, por ejemplo.

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De las 4 estaciones, yo creo que el otoño es el repelente del colegio, al que no soportaba nadie por un motivo u otro, el que acababa siendo elegido como delegado de clase como una especie de castigo social. Porque entre tú y yo, el otoño es un aguafiestas. Días cortos, temperaturas bajas y el viento, el puñetero viento que no sabes cómo combatir. Y eso que aún no ha empezado oficialmente, ¿eh? Normalmente hemos tenido años en los que nos daba una especie de tregua para que nos adaptáramos paulatinamente, algunos días más de veranillo, como una propina climatológica pero este 2024 tiene pinta de que va a ser que no. Lo hemos pasado bien este verano, con sus cosas buenas y sus cosas menos buenas, y el tiempo, la vida y el día a día nos pide que cambiemos de estación.

No podemos más que, en el fondo, estar felices porque seguimos sumando experiencias y aprendiendo. Porque, aunque el otoño no me guste te reconozco que siempre me enseña muchas cosas.