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Estos días todos los niños y las niñas, adolescentes y adultos deberíamos estar viendo los Juegos Olímpicos. Debería ser algo así como una asignatura obligatoria de refuerzo o una parte incluida en el trabajo. Esta competición y los valores que la acompañan y la rodean son una oportunidad para recordarnos muchas lecciones que vamos perdiendo por el camino. Por ejemplo, la necesidad de fijarnos un objetivo, luchar contra todo lo que se nos ponga por delante y persistir, insistir y nunca desistir hasta lograr lo que nos proponemos.

Circula por Internet un meme con una frase que se le atribuye a Usain Bolt, el hombre más rápido de la historia. No sé si es cierto pero si sé que podría serlo. Lo que dice es «yo entreno de una forma salvaje durante 4 años para jugármelo todo en una carrera que dura 9 segundos y hay personas que se desmotivan al mes de comenzar en un gimnasio si no ven resultados».

Desde siempre he sido un enamorado de los Juegos y el hecho de que allí solo acuden los mejores y los que han sido los mejores durante más tiempo. Es decir, para conseguir uno de esos billetes dorados no basta con una inspiración momentánea o un momento de lucidez… Para ganarte la condición de Olímpico debes trabajar muchos años con la mayor de las constancias y, con todo, nada te asegura que lo vayas a conseguir. Puede -porque el deporte también a veces es muy cruel- que no baste que hagas lo mismo que hace tu vecino ya que después entra la parte del talento innato.

Ahora que estamos en la sociedad de lo inmediato, de hacer algo pensando que la recompensa está a la vuelta de la esquina, se hace todavía más especial encontrar seres humanos que sean capaces de luchar por un sueño de este tamaño.

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Los mortales, los que no tenemos ni un atisbo de la constancia y la fuerza mental que lucen estos deportistas, no podemos más que mirar con total admiración -y un cierto desliz de envidia- mientras luchan por cotas que nosotros no alcanzamos ni a imaginar.

Luego está el ‘cuñadismo’. Me refiero a la crueldad de pensar que un deportista que va a unos Juegos y no gana una medalla ha fracasado. El camino que te lleva hasta allí es tan duro que muchos deportistas se quedan por el camino y esa dureza garantiza que solo los que están mejor preparados consiguen ese objetivo. Luego, si ganas una medalla, es otra historia.

Como te decía al principio, yo creo que ahora todos deberíamos empaparnos de ese espíritu de los Juegos para recordarnos que nuestros objetivos pueden tardar en hacerse realidad pero no por ello debemos desistir. Al final, merecerá la pena totalmente. Y nos sentiremos en el Olimpo.

dgelabertpetrus@gmail.com