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Es fácil pasar del cielo al infierno y viceversa. Las elecciones en Francia y en Inglaterra son muestras de un gran descontento social y de la decepción política; votos de castigo o de miedo, populismos y extremismos que lo impregnan todo, con la guerra en un horizonte no muy lejano. Los movimientos humanos desbordan a los países y el cambio acelerado pulveriza las culturas tradicionales, generando incertidumbre y un malestar difuso.

Para cambio positivo, se cumplen 20 años desde que un grupo de voluntarios, liderados por Luis Alejandre, se pusieron a trabajar con el objetivo de recuperar un espacio público en el corazón del puerto de Mahón, pasto de la degradación, el abandono y el pillaje. Mezcla de milagro, tesón y trabajo descomunal, hoy la Illa del Rei es un orgullo que podemos mostrar al resto del mundo sin complejos. De ilusión también se vive.

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Hoy jugamos la final de la Eurocopa. Una selección española donde conviven y cooperan vascos de origen ghanés, un catalán de origen marroquí, otros jugadores de ascendencia francesa, gente de partidos rivales en la liga o aquellos que provienen de alguna liga extranjera. Ideas políticas diversas, supongo. Un seleccionador que sabe lo que hace. Una afición que anima y empuja, sintiendo las victorias o derrotas del equipo como propias.

Todo se resume en meter un gol más que el adversario. Alcanzar el cielo es una vieja motivación que siempre parece nueva.