Me voy de vacaciones. Sí, como lo lees. Estoy acabando de escribir estas líneas y voy a cerrar el ordenador para no abrirlo -con muchísima suerte- hasta el próximo viernes que me siente a compartir lo que sea que se me pase por la cabeza contigo. Me voy y en lugar de estar pletórico por pensar que durante 10 días no tendré ninguna obligación laboral, me voy con un mal cuerpo. Y no me gusta. Me preocupa. No tengo la sensación de que yo controle mi vida, sino que más bien mi vida me controla a mí, sobre todo en lo laboral.
Sería complicado explicarte a qué me dedico exactamente y para cuántos clientes trabajo pero, en resumidas cuentas, cada semana tengo mucho follón y de distinto tipo. Me alegra pensar que lo soluciono todo y que no dejo ningún fuego sin apagar, o al menos así me lo transmiten mis clientes, pero lo cierto es que desde que me hice autónomo no he disfrutado de unas vacaciones totales. Ya sea por obligación o por automatismos, cada día repaso mentalmente las cosas que he hecho o que he dejado programadas para que vayan saliendo e incluso llego a encender el ordenador o el teléfono móvil para una cosa u otra.
En estas vacaciones, en las que apenas tendré internet, mi objetivo es desintoxicarme del trabajo, de las obligaciones y, sobre todo, de la maldita costumbre de tener que estar pendiente del teléfono. Lo siento por los que me busquen durante estos días, pero no me van a encontrar porque, en realidad, seré yo mismo el que me estaré buscando. Me necesito encontrar para valorar muchísimo más muchas cosas que el día a día y las obligaciones devoran, aplastan y arrinconan sin ningún tipo de piedad.
Te puede parecer que exagero, y lo entiendo, cada trabajo tiene sus «maldecaps» y sus historias y no serviría de nada ponernos a comparar, pero sí que tengo claro que yo necesito desconectar para cargar las pilas que están bajo mínimos.
Me encanta mi trabajo, lo considero más un hobbie que una obligación, y todavía a día de hoy me sorprende que me pueda dedicar a lo que hago, que me paguen por hacer lo que hago y, esto ya es el colmo, que guste cómo lo hago.
Sé que en algún momento deberé encender la maldita pantalla, ni que sea para calmar los monstruos interiores que te acechan, pero quiero ser yo el que decida, aunque el lunes, cuando regrese, me encuentre un sarao de campeonato.
Seguro que tú tienes cosas más importante que leer o en las que pensar y que este rollo poco te preocupa mientras disfrutas de tu café, tu cruasán o tus churros o sea la que sea tu rutina de sábado por la mañana. Yo, desde hoy, también.
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