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Es 30 de mayo. Y está cansada –física y moralmente-. Viene de visitar a un hijo encarcelado por un delito menor. Se pregunta si él estaría ahí si hubiera podido costearse un buen abogado. Pasan los siglos y, a la postre, todo se reduce siempre a una moneda y a un atril. Ahora en un «yo». Ella no sabe el significado de un «13». Tampoco sabe quién fue Luis XIV… Ni que a sus dieciséis años dijo que el Estado era él… Sabe, eso sí, de dos autobuses y de tres estaciones de metro que le acercan al hijo preso… Intenta borrar la imagen de unos barrotes y no pensar en esas palabras que le quedaron por decir a tenor de un tiempo carcelario medido o en esa imposible caricia por culpa de un cristal…

30 de mayo. Y hoy una izquierda que no es tal calla ante una ocupación de un chalé de lujo. A los pobres, por no tener, no tienen ni la capacidad de decir: «¡Ojo, no en mi nombre!». El movimiento ocupa asedaba la necesidad de tanto inocente. Y ahora falsos inocentes se apoyan en su miseria en un mundo incomprensible…

Es 30 de mayo. Y está cansada…

No llega a fin de mes. ¿Y si mi hijo hubiera tenido un buen abogado?

Es una pregunta retórica. Lo suyo es una bayeta y unas piernas jodidas…

Es 30 de mayo. Y ella se abofetea en un acto de locura. Piensa –y se equivoca- que educó mal a su hijo, que le preparó para un mundo ya inexistente. Ella, cansada, hecha polvo, llega a su vivienda de alquiler.

Exhausta recuerda algunos valores que le inculcaron sus padres… Y los busca… Inútilmente.
Intentará dormir…

Es difícil, dificilísimo dormir teniendo a un hijo preso, pero…

Se despierta… Y comete un gran error… Asiste vía televisión a una sesión del Congreso… Ningún diputado –piensa- la acompañó a Alcalá Meco…

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El trece de abril de 1655, alguien dijo que el Estado era Él… Y el 30 de mayo…

Ella no es tonta. Piensa que se hubiera podido ahorrar dos estaciones de metro y tres autobuses, si de su hijo hubiera dependido la estabilidad, no de un gobierno, sino de un solo hombre. Ella ahorra… A ver si…

Y busca debajo de la cama, por si quedó alguna moneda por ahí suelta…

Vomita con frecuencia…

Y mira angustiada el «bono bus». No vaya a ser que no pueda acceder mañana a su hijo. Como muchos/as/es…

Se acuesta. Intentará dormir... En su mesilla de noche tiene la foto de su hijo… Y la de su marido. Y la de sus padres. No recuerda, agotada, si eran nacionales o republicanos. Pero cuando las contempla afloran sentimientos de amor y esperanza…

Es 30 de Mayo. Y está cansada… En el metro, mientras observa el edema de sus piernas, piensa que ojalá la gobernabilidad hubiera dependido de su hijo.

De tarde en tarde, ante su insomnio, baja al bar de Paco.

Paco, un buen hombre, la acaricia, a sabiendas de que lo pueden enjaular por un acto meramente fraternal… Y se quedan ahí, tomándose copas, como en un óleo de Hopper, resistiendo… Y, de repente, sí, entre copita y copita de anís en desuso, ven en el televisor la imagen de un hombre metido a Dios…
El anís hace efecto y Ella le pregunta a Paco por qué cojones no le dijo a su hijo que se hiciera miembro de JuntsxSi…