Es una pena. Los dispositivos que nos rodean y que nos consumen una cantidad diabólica de tiempo hacen que no prestemos atención a la vida. Porque la vida es eso que pasa mientras no estamos consultando ninguna red social y que se nos escapa con la misma fragilidad que lo hace un puñado de arena que se va colando entre nuestros dedos sin que podamos hacer nada. Y no hacemos nada.
Los puñeteros cacharros se han vuelto necesarios e imprescindibles, aunque nos resulte odioso reconocerlo o intentemos convencernos y convencer a otros de que a nosotros no, que somos nosotros los que decidimos que lo podemos dejar cuando queramos. No, no podemos. Ya sea por trabajo –mi caso–, por hobby –mi caso también– o porque nos parece de vital importancia resolver a golpe de Google como se llama aquella actriz cuyo nombre tenemos en la punta de la lengua, pero no quiere salir, cuánto tardan los huevos duros en cocerse o si los peces duermen en su constante ir y venir bajo el agua. O cualquier chorrada por el estilo.
Asseguts a sa vorera
De móviles y tiempo
Menorca19/05/24 4:00
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