Como no es una encuesta para hacerla pública, contéstese así mismo pero con el corazón en la mano: Es usted prescindible o necesario? No sé lo que pensarán ustedes pero yo creo que de cada vez y a medida que ponemos años, somos menos necesarios o si prefieren llamarlo de otra forma, menos imprescindibles.
Hubo épocas, esas de la juventud y mediana edad en las que éramos más necesarios o eso nos parecía, intercambiábamos necesidades como quien cambiaba cromos repes en los recreos del cole, olíamos la necesidad del otro y esos otros olían la nuestra y la intervención mutua era casi automática. Sin embargo a partir de los sesenta y pico y algunos más, te da la sensación como si alguien te dijera a gritos que espabiles, que los solucionadores de tus problemas han desaparecido, los conocidos de siempre son más difíciles de encontrarte con ellos por las calles, como si se hubieran desintegrado o como si hubieran decido dedicarse a solucionarse cada uno sus problemas.
No es que piense que la mano de ayuda haya desaparecido, que las sigue habiendo pero menos, pero sí que es cierto que los espacios interpersonales cada vez son más estrechos, con menos cabida tanto para dar como para recibir. Solo las continuas disposiciones políticas y las nuevas tecnologías te dicen hoy cual es el camino que debes seguir y en que punto te encuentras te gusten o no.