Todos hemos oído que, en alguna ocasión y en algún parlamento, el reloj se paraba minutos antes de finalizar algún plazo legalmente establecido para la aprobación de alguna ley, presupuesto, etc., con la finalidad de facilitar el acuerdo y aprobación de este. Se entiende que, en estos casos, el consenso existía entre las partes para el acuerdo y, sobre todo, para la paralización del mentado reloj.
España avanza de tal forma que ya no necesita parar el reloj. La pandemia nos ha enseñado que una sociedad civil se paraliza a toque de desenchufar el ordenador y todo el país queda automáticamente fuera de cobertura. Si la Guerra Civil española fue un laboratorio o campo de pruebas para la Segunda Guerra Mundial, la pandemia ha sido sin duda el laboratorio del llamado nuevo orden mundial. O nacional.
Lo ocurrido en el edificio del Senado la semana pasada, con sus nuevos inquilinos, sus señorías del Congreso, resume y certifica la actitud que predomina en quienes están instalados en los mandos de las instituciones. El camarada Sánchez finiquita el affaire con un «bien está lo que bien acaba». El fin justifica los medios, vino a decir.
Una caída inesperada en el sistema de votación fue la excusa para que el tiempo se paralizara media hora, tiempo suficiente para alcanzar un acuerdo entre el camarada Sánchez y el camarada Puigdemont. Una votación algo extraña. ¿Fueron conscientes sus señorías de lo que realmente votaron? ¿Fue consciente CC de que con su voto afirmativo su problema migratorio se agudizaba? Al final, la mayoría de los diputados cedieron y Cataluña decidirá si quiere o no inmigrantes en su territorio.
Quien no puede decidir sobre lo que le viene del exterior es Galicia, Asturias y toda la costa cántabra ante la llegada de pélets de plástico. Y aunque la competencia en aguas exteriores es del Estado, al estar próximas las elecciones autonómicas y según los camaradas de Madrid, la responsabilidad es de la Xunta. La sombra del Prestige sigue viva en algunas cabezas. ¿Dirán lo mismo cuando lleguen al País Vasco? Tiempo al tiempo.
Y si el voto telemático no es seguro, ¿qué seguridad le tenemos que dar al voto por correo? Es algo contradictorio que en los colegios electorales tenga que haber una mesa electoral con los interventores y en cambio en algunas oficinas de correos en las que se recibe el voto por correo, no tengan medios para garantizar la limpieza y pulcritud en la emisión del voto. ¿Será otra «caída inesperada» del sistema de voto?
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