Unos graciosillos te remiten unas fotos vía WhatsApp en las que – «¡Malditos bastardos!»– te recuerdan tu edad. En la primera, te preguntan si conoces la relación entre un boli «bic» (de punta fina o normal) con una «cassette» y, en la segunda, te muestran la foto de un hombre, dormido, en el sofá, con el mando a distancia a su vera y el televisor encendido. Y, efectivamente, conoces la respuesta a la interrogante (con el boli rebobinabais las cintas) y te sientes plenamente identificado con la imagen del dormilón. Aunque los del grupo «Cometieron dos errores». Porque eres plenamente consciente de tu edad y porque sabes, sin recordatorios, que cuando deseas ver una «peli» no sueles ir más allá del león… Del león de la «Metro»… Con suerte –te dices– logras llegar a los créditos iniciales, que no finales. No obstante, aún hay excepciones esperanzadoras… El otro día, sin ir más lejos, conseguiste ver, completa, «Lo que el viento se llevó» (y «Lo que el culo resistió», añadirías como subtítulo). Y sí, eres viejo… De eso te das cuenta cada mañana cuando, al levantarte, te asemejas más a un Playmobil (has de colocarte de forma adecuada todas las piezas que componen tu cuerpo) que a un ser humano. De hecho, en esa tesitura, tienes mucho de «Transformer» y, aunque no te denominas Thor, vives, ya, en «El mundo oscuro» de la ancianidad, sabedor de que no fuiste, ni eres, ni serás «Iron man»… Pero –dice la sabiduría popular– «a grandes males, grandes remedios». Así que, en la actualidad, colocas junto al mentado mando a distancia un vaso de agua, un paracetamol y un collarín para las cervicales por si, nuevamente, te quedas frito en el sofá de marras, viendo algunos créditos…
Contigo mismo
Cuando uno se convierte en un playmobil
16/11/21 0:57
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