Les coses senzilles
Sin...
No hace mucho, mi mujer soñó que los electrodomésticos de nuestra casa se marchaban. Tenían unas patas largas y delgadas, como de araña, y se iban sin decir adiós. La casa quedaba despoblada de aparatos, y mi mujer estaba desesperada, porque quería ir a buscarlos y no sabía dónde. Tenemos que encontrarlos, decía, con lo que cuestan. Hay que hacerlos volver. Curioso, ¿no? Hoy no sabemos vivir sin electrodomésticos. Hoy no sabemos vivir sin ninguno de los adminículos de la vida moderna. Hoy, incluso los mayores, pensamos, ¿cómo podíamos vivir antes sin internet? ¿Cómo podíamos escribir sin ordenador? ¿Cómo podíamos citarnos sin teléfono móvil ni wasap? Y sin embargo, algunos somos hijos de una época en que había un par de cientos de teléfonos en el pueblo, todos accionados a través de operadora. Las conferencias internacionales tardaban lo menos media hora en sernos concedidas. Había, como mucho, un contador de agua en la casa, un fusible en la entrada de la electricidad, una lavadora con un motor rudimentario y poca cosa más. ¡Y podíamos vivir! Por no tener, no teníamos ni calentador de agua, y nos lavábamos solo los sábados en una tina con agua calentada al fuego del hogar. Hablando de hogar, ya saben lo que dicen: «Al hogar, como a la nave, le conviene la mar suave».
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