Oye Mari, ¿cómo te va? Si te llamo desde el teléfono fijo, es que hoy no tengo cara para enseñar en la videollamada. Chica qué locura, cuando me aprendí lo de la postverdad, nos pasaron al confinamiento, después al lío de las fases y ahora a la ‘neonormalidad' sin pasar por la casilla de salida. Estoy más mareada que cuando nos subíamos de chicas a las atracciones de la feria en las fiestas del pueblo. ¿Te acuerdas de ‘la olla'?, pues así tengo yo el cuerpo.
Y es que me pierdo Mari, yo me pierdo. El otro día me suelta el preadolescente que tengo por casa y al que mi Pepe llama «tu hijo» cuando hace alguna trastada y «mi hijo» cuando aprueba Biología... sí, ya sabes, el patriarcado que no se lo saca de la cabeza por más que vaya de hombre del siglo XXI. Pues eso, que el preadolescente me suelta a bocajarro: «Mamá, no te creas nada de lo que miras en Internet, está lleno de noticias fakes que generan los trolls y haters de turno para liarla parda». Toma ya con la mierda del niño, maldita la hora en que le pagué las clases de inglés para que me vacile de esta manera. Pero yo se la he devuelto, entré en Internet para documentarme y le dije: «Espabila, que ha este paso no serás gamer profesional, ni youtuber forrado, ni tan siquiera influencer de barrio». Para chula yo, Mari. Que estoy de la obsesión por los likes y los followers hasta el moño. Más vida real carajo. Con lo bonito que es dar un buen achuchón a alguien de carne y hueso y estos todo el día delante de las frías pantallas.
Ahora Mari, te cuento una cosa en confianza chica, que si yo estoy mal de la cabeza el que ha perdido la chaveta por completo es mi Pepe. Lo del confinamiento no lo llevó mal porque no paró de currar, iba todo chulito diciendo que por fin le reconocían como ‘esencial', menudo chute de autoestima más efímero, porque ya sabes que después de los aplausos lo que ha quedado es la nada. Ahora, la desescalada la lleva como el culo. Se pasa el día escuchando a todo volumen al cantante Daniel el Higiénico, y le grita al altavoz: «referente», «sabio». Y canta a pleno pulmón el estribillo de una de las canciones: «Al fin y al cabo lo que importa es un polvo bien pegao, un poco de ternura y un bistec empanao…». Cómo desafina el jodio y qué básico que es.
Ahora, mejor eso a que se ponga a mirar noticias, mira la que lió cuando se enteró que el hijo del cazaelefantes presuntamente corrupto, se piró de luna de miel con la compiyogui y se gastó más de medio millón de euros en hoteles de lujo por todo el mundo, y parece que la mitad de esa pasta se la pagó un empresario amigo de papá. Pues se volvió turumba, lo que salía por esa boca. Y lo que yo le decía: «Pero qué quieres Pepe, ¿que la realeza se vaya de hostales y a comer menús de bar mientras espera turno para coger una hamaca en la playa de Benidorm? Entonces de qué se les iba a notar que tienen sangre azul y esas cosas».
Pero cuéntame tú, Mari, que cuando me pongo a hablar parezco un tertuliano televisivo, que no se callan ni hartos de Diazepam. ¿Cómo está tu tema, sigues en el ERTE? Vaya faena, nena... Sí, claro, ojalá que puedan abrir pronto, se viene una gorda... Sí, por supuesto que te espero por Menorca, como cada año, que tengo unas ganas de estrujarte y de que metamos el culo en el mar que no veas. Oye, me despido como un articulista del diario local al que sigo cada semana y que siempre les dice a sus queridos lectores que tengan un feliz jueves de resistencia. Pues eso, Mari, que te quiero y a intentarlo.
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