Irás a votar…. La primera vez que votaste te sentiste… Un alumno diría «¡guay!». «La Trinca» bromeó con eso… Te habías leído la Constitución, porque, en ese tiempo, eras responsable. Y preguntaste lo que no entendías… Y votaste, en conciencia… Y votaste que sí…
Si de algo te ha servido leer es, precisamente, lo que te ha ayudado a vivir con dignidad… Nadie, Pedro, es eterno…
Salinas llora, probablemente, ahora (cosas de ser creyente) cuando hizo de los pronombres la imagen léxica del amor. Todo en este país se reduce a un «yo». Y que os zurzan…
¿Un partido histórico, emblemático, se arrodilla ante un narcisista? ¿Enmudece?
Dicen –no será verdad–, que las próximas elecciones tendrán un coste de ciento cuarenta millones de euros…
En tu barrio, y te reafirmas en ello, hay personas a las que un mercado fía y hay otras que, probablemente, se morirán de bote pronto, sin ayudas…
En mi papeleta, nula, incluiré una fotocopia de unas coplas de Jorge Manrique… Dicen así…
¿Qué se hizo el rey don Juan?
Los infantes de Aragón
¿qué se hicieron?
¿Qué fue de tanto galán,
qué fue de tanta invención
como trujeron?
Irás. Por supuesto. A votar. Y tu papeleta será una fotocopia de lo anteriormente leído. Nadie es eterno. Y la muerte puede trocarse en un resbalón en una acera. Un partido histórico no tiene tu nombre… Y te asusta que ese partido no reaccione… Pedro, lo siento, pero has de saber que la droga del poder es efímera y sólo se recuerda a las buenas personas… Te lo dice/te lo dijo/te lo dirá Jorge Manrique…
Pedro:
Tu ombligo va a costarnos ciento cincuenta millones…
En tu barrio –en tantos–, hay gente con esclerosis múltiple. Esa gente que solicita ayudas a la dependencia. Esas que buscan un asidero…
Pedro:
Un E.L.A. –espero que sepas lo que es–, supone un gasto anual de setenta mil euros… Para quien los tenga… ¡Natural! La eutanasia…
Pedro:
¿Era tan difícil llegar a un acuerdo e invertir esos ciento cincuenta millones en lo que a la gente realmente le importa?
Tus papeletas y las de todos podrían costear muchas sillas de ruedas, evitar desahucios, iluminar vidas en el borde de la desesperación…
¿Y pides mi voto?
Lo tendrás…
Cuando entiendas las coplas manriqueñas… Temes que nunca…
Hubo un día en el que, en una vieja pensión sita en la Calle Provenza, miraste una papeleta. Ibas a votar por primera vez. A la mañana siguiente volvías a Menorca. En el comedor, cutre, comedor de habas y vino tinto con sifón, te encontraste esa noche con quienes compartían esas miserias. Tenía todo mucho de novelesco. Había dos tonadilleras, un anciano, una pareja de enamorados. Sólo faltaba Lina Morgan… Pero era precioso… A la mañana siguiente, ibais a votar, sí… En los ojos del anciano vi, esa noche, un brillo especial. Era republicano. Un republicano convencido. Estuvisteis hablando largo y tendido… ¡Qué bonito! De hecho, a la mañana siguiente, ibais a votar, sí…
Votar no es/ no será cualquier cosa…
Era/es un acto de fe…
Es depositar en una urna la ilusión de ese republicano, de ese adolescente, de esas tonadilleras, de quienes pensaban que algo iba a cambiar…
¿Para llegar a esto?
Pedro: no eres eterno… Eres/sois el «don Juan» manriqueño… Pasaréis…
Escribes este artículo en un sábado moribundo. Piensas en la gente que te rodea. En general, buena gente. En el ‘súper' alguien cuenta céntimos para comprobar si le llega… Se lo pasa mal. Tu papeleta equivale, tal vez, a lo que le falta… Aunque en tu ‘súper' hay ‘superheroinas' y un súper héroe que suavizan la situación… ¿Qué cuesta un panfleto electoral en tu buzón?
Luego toca reciclar…
Señalan que son cincuenta millones…
Seguirías escribiendo…
Pero, Pedro y compañía, «que allegados son iguales», ese anciano republicano y esas tonadilleras y tú y él y nosotros y vosotros no os merecíais esto… No os merecéis a un pueblo que, generoso en demasía, os salva, incomprensiblemente, siempre, el culo…