El Consell de Menorca anuncia una iniciativa para recuperar la memoria de las 500 víctimas del bando republicano que murieron durante la Guerra Civil y el franquismo. Su objetivo es averiguar su identidad y establecer la ubicación actual de sus restos mortales. Encarga estas investigaciones al infatigable historiador Josep Portella, autor de numerosos artículos sobre la Menorca republicana en MENORCA «Es Diari». La primera parte de los trabajos programados tendrá un coste de 10.954 euros y está previsto que se prolongue hasta el mes de junio de 2019.
Nuestra historia contemporánea es conocida y no es ahora la ocasión para rememorarla con detalle. Baste recordar que el golpe de julio de 1936 fracasó en Menorca, lo que dio lugar a una terrible ola de violencia que se cebó particularmente con la Iglesia diocesana y con los elementos más representativos de las familias de la nobleza local y el conservadurismo insular. En julio de 1936 empezaron los asesinatos, la persecución y los exilios.
Luego, a partir de febrero de 1939, se produjo el fenómeno contrario y tras 'sa Girada' dieron comienzo las represalias contra todos aquellos —civiles y militares— que se habían mantenido adictos a la Segunda República.
Hoy, cuando están a punto de cumplirse 80 años del final de la Guerra Civil, es absurdo pretender valorar de modo distinto las víctimas azules y las víctimas rojas porque, como aseveran los clásicos, omnia mors aequat: la muerte es igual para todos.
Algunos empiezan a estudiar los exilios menorquines a partir de febrero de 1939 y otros argumentan que las víctimas del 1936 al 1939 ya fueron suficientemente reivindicadas durante el franquismo, por lo que ahora no es necesario recordarlas. Este argumento, sin embargo, no se sostiene: en una democracia del siglo XXI no podemos dar por bueno algo que se hizo bajo el yugo y las flechas de una dictadura.
Los menorquines asesinados por el bando republicano antes de febrero de 1939 por sus ideas, convicciones religiosas o solo por pertenecer a determinadas familias, también tienen pleno derecho a la dignidad y el respeto por unos dirigentes que han sido elegidos democráticamente, unos gobernantes que —a diferencia de lo que ocurría durante el franquismo— nos representan hoy a todos, porque así lo hemos decidido con plena libertad.
Para lograr una memoria histórica en clave de reconciliación, como la que desde aquí proponemos, es imprescindible que todos —empezando por los políticos, con independencia de si son gobierno u oposición— seamos capaces de superar las dialécticas fratricidas que unas cuantas generaciones atrás nos llevaron al desastre de la Guerra Civil, símbolo de un gran fracaso. El recuerdo del odio cainita que cegó a España durante aquellos años, que tantas víctimas y tanto dolor provocó, debe reforzar nuestra voluntad de encontrar nuevos cauces de verdadera concordia.
En Menorca —donde hubo víctimas de los dos bandos y donde, a diferencia de Mallorca, no ha surgido un colectivo de 'memoria histórica'— la iniciativa que promueve el conseller Miquel Àngel Maria no será sectaria ni revanchista cuando tenga en cuenta a todos los menorquines que perdieron la vida por su ideología, su trayectoria profesional, sus escritos y opiniones o sus sentimientos. No se pueden silenciar ni las víctimas ni los crueles episodios vividos aquí a partir de julio de 1936. La historia de la Guerra Civil no empezó en Menorca en febrero de 1939.
La propuesta del Consell de Menorca adquirirá sentido y validez si permite cerrar viejas heridas del pasado. Por ello nuestra primera institución política no puede quedarse ahí: las víctimas de 1936, los muertos que provocó el bando republicano, también merecen ser estudiados, reconocidos y recordados con respeto.
Menorquines olvidados
Ha realizado el historiador Portella un gran trabajo al recuperar del olvido a republicanos menorquines exiliados, asesinados y represaliados. Pero es preciso continuar. ¿Qué sabemos hoy, por ejemplo, del alcalde de Maó Mateo Seguí Carreras; y los diputados menorquines Teodoro J. Canet Menéndez, de Unión Republicana, y Tomás de Salort y de Olives, de la CEDA? Los tres fueron asesinados en agosto de 1936 por sus ideas políticas.
Teodoro Canet, que desempeñó un papel protagonista en la vida política menorquina del primer tercio del siglo XX y en la creación del Casino 17 de Gener de Ciutadella, cuenta con una calle en Alcúdia porque siendo diputado gestionó inversiones para aquella ciudad mallorquina. El farmacéutico Mateo Seguí Carreras, en la mañana del 19 de julio de 1936, al día siguiente del golpe de Estado, reunió a sus hijos en la casa del Carrer de Ses Moreres para rezar ante la imagen del Corazón de Jesús. «Ayer —dice a sus hijos— empezó un movimiento que puede salvar España del desastre, pero también puede hacer vertir mucha sangre», explica Josep Maria Quintana en la certera evocación a es doctor Seguí, uno de los hijos del alcalde mahonés. Mateo Seguí Mercadal supo perdonar al negarse a declarar contra los responsables del asesinato de su padre, fusilado frente al cementerio de Es Castell, con otros menorquines, civiles y religiosos.
Paz, piedad, perdón, como dijo Manuel Azaña. Pero también memoria para la reconciliación, para la Historia de Menorca, que ha de ser escrita en su integridad, no en parte, y como pedagogía ciudadana —historia magistra vitae est— para evitar la tentación o el error de repetir aquellos hechos.
PREGUNTAS DE LA SEMANA
¿Cuándo volverán a hablar Susana Mora y Maite Salord sobre la demolición de los puentes construidos en Rafal Rubí y La Argentina?
¿Quién ha dado un plazo a quién para adoptar una decisión relativa al derribo de estas dos estructuras viarias ?
¿Quién irá, en nombre de Menorca, a Guangzhou (China) en septiembre para explorar la apertura de nuevos mercados?
¿Se llegará a aprobar en el Parlament el proyecto de la Ley Agraria de Balears redactado por Més per Mallorca, rechazado por las opas y la oposición?
¿Por qué acorta el Govern el plazo para pedir el suministro de semillas forrajeras?
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