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En inglés dicen, «Si quieres hacerle reír, cuéntale tus planes a Dios» (If you want him to laugh, tell God your plans). Aquí dicen una cosa parecida: «El hombre propone y Dios dispone». También podría ser «del dicho al hecho hay un buen trecho», porque lo difícil no es hacerse propósitos, sino llevarlos a cabo. A veces la gente me dice, «yo si tengo una novela estupenda para escribir», pero claro, una cosa es tener un buen tema, o incluso una buena historia, y otra ponerse a escribirla, una cosa es pensar algo y otra hacerlo. Esto viene que ni pintado para la época en que nos hallamos, época de propósitos de año nuevo. «Año nuevo, vida nueva» decían los tebeos de mi infancia. En las viñetas un fumador echaba por la ventana una cajetilla de cigarrillos. Voy a dejar de fumar. Luego no tardaba en bajar para buscar la cajetilla en el patio interior. Para colmo esa era una época en que el que no fumaba estaba mal visto, y ahora en cambio el que está mal visto es el que fuma. Cuando éramos niños, el que no fumaba no era hombre, y luego resulta que el que fuma estropea su salud y la de los demás, y los fumadores son los nuevos apestados de nuestro tiempo. Pero a lo que iba, ¡cuán difícil es para un fumador empedernido dejar de fumar de la noche a la mañana! Ahora ya, a estas alturas de enero, Dios se debe de estar riendo de algunos propósitos de fumadores recalcitrantes, alguno de los cuales ha llegado a afirmar que disfruta de una buena comida pensando en el cigarrillo que viene después.

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Dicen que en febrero es cuando se rompen más propósitos de año nuevo, y eso está al caer. Perder peso, ese es otro proyecto típico de cada nuevo año. Hay que ver las empresas que se han forrado fabricando productos y elaborando dietas que quieren ser mágicas para que uno pierda peso en poco tiempo. Y sin embargo, no existe la magia. Santa Claus, Papá Noel, Los Reyes Magos son los papás y las mamás; lo saben incluso los niños de seis años. Solo existe la voluntad. Karlos Arguiñano dijo que tenía la receta ideal para perder peso: CLM (Coma la mitad) Pero ¡qué hambre nos entra cuando comemos la mitad y encima hacemos deporte para quemar calorías! Nos entra tanta hambre que nos comeríamos un buey por los cuernos (em menjaria un bou per ses banyes) y claro, damos al traste con los propósitos de año nuevo. De modo que si quieren proponerse algo, dejar de beber, leer más, pasar más tiempo con la familia, ser más ordenado, etc., ármense de paciencia y de voluntad.