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Acumulamos los residentes en las islas horas, días enteros de presencia enlatada en los pájaros de hierro porque viajar por los aires en avión es una de las dos únicas alternativas de que disponemos cuando queremos salir de Menorca.

Por tanto, quién más quién menos ha experimentado situaciones de todo tipo derivadas del uso de este medio de transporte. Incomodidades físicas en las naves de las compañías low cost, retrasos eternos, cancelaciones, colas interminables, antipatía o indiferencia ante las reclamaciones, y también comportamientos de pasajeros que no destacan precisamente por su educación. Pocas veces, en todo caso -el que suscribe, ninguna- hemos presenciado que el comandante del avión obligue a abandonarlo a dos pasajeras y que, además, la mayor parte del pasaje aplauda esta controvertida decisión. Fue eso lo que ocurrió días atrás con las dos mujeres que volaban a Menorca en un avión de la compañía Vueling. A falta de su informe sobre lo sucedido solo conocemos la versión de la principal protagonista que recriminó airadamente a la azafata el hecho de que no entendiera el catalán en un vuelo que operaba entre Barcelona y Menorca y le pidiera que se dirigiera a ella en castellano.

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Esa postura intransigente originó el episodio que se ha hecho viral en el que incluso ha tomado partido el ínclito expresidente de la Generalitat. Miren, uno quiere que el avión le traslade de un lado a otro en el horario previsto y con la mayor comodidad posible, independientemente del idioma que utilice la tripulación de vuelo, máxime si existe otro, en este caso, el español, que permitía la compresión de todos y también está aceptado en este trayecto.

Cualquier otra consideración, respetable si se hace con educación, significa generar un problema absurdo.