Porque el antiguo «problema catalán» no se resuelve con hechos consumados, al margen de la Constitución y el Estatut, vulnerando el Estado de Derecho, ni con la insensata huida hacia adelante que emprendieron Puigdemont y Junqueras, abruptamente truncada por la marcha de empresas ante el triple riesgo legal, financiero y comercial de quedarse en Cataluña. La declaración de independencia asusta, crea incertidumbre y genera toda clase de inseguridades.
Con el 1 de octubre hemos perdido todos. Los separatistas no respetaron las leyes, pero supieron construir un relato desde el victimismo, la deslealtad y el sobado «España nos roba», cuando Cataluña no es una colonia. La primera respuesta de Rajoy, desbordado por los acontecimientos, no fue eficaz. Añade Manuel Vilas que «desde la supuesta izquierda que dice representar, Pablo Iglesias no advirtió nunca de que quienes iban a perder en esta crisis eran los trabajadores». Ocultó el líder de Podemos que la independencia crea una inestabilidad económica que perjudica a las rentas más bajas.
En este complicado contexto de platos rotos, la noticia más relevante es el incipiente acuerdo Rajoy-Pedro Sánchez para debatir la reforma de la Constitución en sede parlamentaria. Por aquí.
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