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El 6 de octubre se cumplen 83 años de la proclamación de «l'Estat Català dintre de la República Federal Espanyola». El director de La Vanguardia Agustí Calvet, Gaziel, escribió: «Eso es, ni más ni menos, una declaración de guerra que equivale a jugárselo todo, audazmente, temerariamente, en el preciso instante en que Cataluña, tras siglos de sumisión, había logrado sin riesgo alguno, gracias a la República y a la Autonomía, una posición incomparable dentro de España, hasta erigirse en su verdadero árbitro, hasta el punto de poder jugar con sus gobiernos como le daba la gana». La proclamación duró pocas horas. Fracasó tras la detención del presidente de la Generalitat, Lluís Companys, los consellers de su gobierno y varios diputados de ERC, entre ellos Josep Tarradellas.

43 años después, y a pesar del desencuentro entre Adolfo Suárez y el presidente de la Generalitat en el exilio, Tarradellas pronunció la frase «Ciutadans de Catalunya, ja sóc aquí», que significó el restablecimiento del gobierno de la Generalitat. 83 años después de los sucesos de octubre de 1934 Carles Puigdemont plantea otro envite al convocar un referéndum que ha sido declarado ilegal por los tribunales y calificado de falta de transparencia por Joan Manel Serrat. La sociedad catalana, dividida y crispada, espera que a partir del lunes impere la cordura y el seny. Diálogo, sí, pero sin decisiones políticas unilaterales que vulneran el Estado de Derecho. Porque advierte Iñaki Gabilondo que «si algún día se aborda la tan cacareada reforma de la Constitución tal vez nos encontremos con que la presión sea para ir atrás y no hacia adelante, o que al menos se habrá acentuado esta pulsión». ¿A qué se refiere el maestro de periodistas? Habla del «probable fortalecimiento de la derecha, y de una derecha más a la derecha que podría afianzarse en el poder». Habrá acuerdo.