El diablo instauró la discordia entre los políticos de un país muy lejano para que sus leyes educativas no tuviesen la estabilidad ni el consenso necesarios. La calidad educativa y cultural se fue deteriorando progresivamente, entre disputas partidistas, dejadez perezosa y falta de rigor o responsabilidad. Hasta el más zafio sentaba cátedra. Cualquier cosa era igual de valiosa que otra porque la ciencia fue substituida por la audiencia. La televisión ayudó bastante y las redes sociales hicieron el resto.
La bilis se desparramó sin control y el anonimato hizo valientes a los malos. Todo parecía basado en criterios comerciales, esos del «tanto tienes, tanto vales». Luego, dijo el diablo: que haya democracia. Hágase lo que dicte la mayoría. Desde luego, sabía más por diablo que por viejo. No es ningún secreto que cuando la mayoría de la gente es ignorante o está resentida, la estulticia triunfa casi siempre en referéndum. Por eso, la palabra del año pasado para la Fundéu BBVA, ha sido populismo. Esperemos que este año que empieza no nos traiga más de lo mismo. Necesitamos comportamientos éticos y no líderes patéticos. Proyectos ilusionantes y no riñas pueriles.
También será importante contrarrestar los efectos de la crisis que genera tanta inseguridad y pobreza. Los salvadores y sus locas utopías tendrán mucha clientela. Pero resistir ante el avance del mal es posible e, incluso, necesario. Mandemos al diablo a paseo.