En el libro del 2016 ya quedan pocas páginas por escribir. Artur Mas, que no logró ser investido presidente de la Generalitat, se puso de perfil y traspasó el cargo a Carles Puigdemont para evitar nuevas elecciones. Pero Mas -como J.R. Bauzá en Balears- sigue en la escena política catalana, que no logra hallar el encaje con la española.
Rajoy actuó con astucia gallega y aplicó la perserverancia del «quien resiste, gana». Con el PSOE -léase la gestora que se cargó a Pedro Sánchez- evitó el bochorno de unas terceras elecciones generales. Hemos entrado en un tiempo nuevo, donde el PP gobierna en minoría, lo que exige más cintura, pactos, renuncias y muchas enmiendas.
El 'modelo balear', que Francina Armengol quiso exportar al resto de España cuando repetía el 'no es no' a Rajoy del amortajado sanchismo, entra en fase transitiva y congela la sempiterna sonrisa de la presidenta del Govern. Su triple preocupación se llama Podemos, Xelo Huertas y Montse Seijas. Porque sólo Podemos podía fulminar a la presidenta del Parlament el mismo día que se iban a aprobar las cuentas autonómicas del 2017.
En enero revisarán los Acords pel Pacte, suscritos en junio de 2015, y el más hábil de los tres aliados, que al mismo tiempo son adversarios -PSOE, Més o Podemos- accederá a la presidencia de la Cámara, el día ignoto del cese de Huertas, que, asesorada por Joan Huguet, aún no ha dicho su última palabra. En el Consell, la semipresidenta de Més será relevada por la semipresidenta del PSOE, cuando se cumpla el pacta sunt servanda.
Como en Casablanca, siempre nos quedará la reclamación de la tarifa plana, cómo erradicar el fraude en el 50 por ciento del descuento de residente sin perjudicar a los residentes, la reivindicación del nuevo Régimen Especial para Balears, y la definición del nuevo modelo turístico.
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