Joan Pons no tiene necesidad, como en su niñez, en el Colegio Salesiano, de su segundo apellido, Álvarez, para identificarse, para diferenciarse de sus homónimos. Joan Pons, por su valer, saber y querer profesional ha esculpido en oro estas ocho letras en la sempiterna historia de la Isla. Es, sin duda, una de las personas más prestigiosas nacida en Menorca, a lo largo y ancho del tiempo. Aunque opuestas sus respectivas especialidades, Joan Pons es una figura mundial tan grandiosa como Pau Gasol, únicamente que en vez de cinco veces All-Star, él lo fue en treinta y cinco.
Joan Pons ha pertenecido a la constelación selecta del bel canto desde que eclosionó este mes de diciembre, treinta y cinco años atrás, como primo uomo en la Scala de Milan, interpretando a Falstaff... Un dato que recuerdo perfectamente, pues mi buen amigo Fel Florit Bosch, exjugador del UDMahón y del At. Ciutadella, recién llegado de Milán, donde presenció el evento, me requeriría para traducir los periódicos italianos de la mañana.
Nos citamos en un bar. Fel esperaba inquieto. Me arengó, impaciente por conocer las críticas. A medida que yo iba traduciendo los textos fue abandonando su estado ansioso, instalándose en las emociones de la víspera, reviviendo intensamente los fotogramas de aquel sueño italiano. Recuerdo que las diferentes crónicas eran tan extraordinarias, tanto, que me salpicó incluso a mí la emoción. Leí algo así como que los aplausos se sucedieron durante media hora o que el telón subía y bajaba hasta la extenuación o que aquel Falstaff era el mejor representado en la Scala, ¡En la Scala! Presagiaban todos los periódicos a Joan Pons, no ya un futuro esplendoroso, sino el presente por su impecable actuación... Fue su primer All-Star.
Joan Pons es un activo de la Isla... que debería activarse.
Soñé anoche, al respecto, con la implementación de un programa operístico de élite a lo largo del invierno en la Isla con él como referente, para dar a conocerla, para atraer a sus numerosos seguidores diseminados alrededor del mundo, e incluso para nosotros mismos, para saciar la enorme cultura musical menorquina.
Una bola de cristal me informaba, paralelamente, que la visión se enquistaría a causa de los costes, impidiendo su ejecución. ¡Demasiada altura económica para una isla!
¡Menor-ca! ¡Solo la isla Mayor-ca puede permitírselo! Aquí, por ejemplo, en Tenerife, donde resido, cada invierno sucede más de lo mismo. Mientras en la isla mayor se visten de luces para presenciar «El Barbero de Sevilla», en las islas menores se visten de calle para ir al barbero de la calle mayor.
La ópera posiblemente es, por otra parte, el espectáculo más portentoso que se puede presenciar en vivo.
Grande, Joan Pons.
florenciohdez@hotmail.com