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Creo yo que al señor Rajoy le molesta que se diga que ha subido los impuestos, que ha bajado las prestaciones sociales y ha dejado los derechos laborales en la indigencia. A él le gustaría que al personal que señalamos lo que va mal «nos comiera la lengua un gato» porque lo que le va, como a la mayoría de los políticos con mando en plaza, es que le adulen.

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Debería de saber lo perniciosa que puede llegar a ser la adulación: Napoleón Bonaparte solía decir que «el que sabe adular sabe calumniar»; la Duquesa de Abrantes aún era más precisa cuando decía «la adulación es una moneda que empobrece a quien la recibe»; George Chapman afirmaba «los aduladores se parecen a los amigos como los lobos se parecen a los perros»; Diderot sabía que «se engulle de un sorbo la mentira que nos adula pero la verdad que nos amarga, esa se bebe gota a gota».

Lo he hecho siempre, apuntar, señalar y criticar lo que desde mi opinión está mal o es mejorable. Siempre lo hice con respeto. No podría, ni quiero hacerlo, de otra manera y menos aun cuando se trata de un presidente del gobierno español elegido democráticamente en las urnas por más que el actual ganase unas elecciones con un programa electoral que ocultaba el verdadero programa que luego aplicó. Un programa que casi con seguridad no le habría dado la mayoría absoluta. Pero ni eso ni nada me impedirá dejar de ser escrupulosamente respetuoso. Otra cosa muy distinta sería convertirme, dios no lo permita, en un imbécil adulador. Por eso no se moleste en buscarme nadie por ese camino.