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El Ayuntamiento de Sant Lluís montó el pasado fin de semana la actividad "micromón", en la que los niños se divirtieron imitando algunas de las extrañas cosas que hacemos los adultos. Como por ejemplo, formarnos en una academia o en la universidad, encontrar un trabajo y con el dinero que nos pagan comprar cosas. Dicen que se lo pasaron bien recreando ese mundo de pequeños donde todavía pervive la inocencia. Otra cosa habría sido si se les mostrara el mundo real, donde jóvenes bien formados no encuentran trabajo, algunos emigran y otros siguen siendo consumidores, aunque menos, a costa de los padres o de los abuelos. Tampoco se les puede enseñar todavía que algunos ganan dinero sin trabajar, por herencia o especulando o que la mayoría sueñan con el sueldo fijo y pocos se plantean prepararse para asumir el riesgo de alcanzar un sueño.

Si a un niño se le pregunta ¿para qué sirve el dinero?, es probable que conteste: "Para comprar cosas". Deberá aprender que todas las personas tienen derecho a tener sus necesidades básicas cubiertas, porque en ello va la dignidad de lo que todavía se llama humanidad.

Hay quien tiene mucho dinero y se convierte en un gran consumidor y hay otros que aplican otros criterios para gastarlo. En Menorca, se ha planteado ahora la posibilidad de que un millonario ruso que reside parte del año aquí construya un colegio privado. Pretende dar la educación que cree más adecuada a sus hijos. Y en lugar de ponerles un "super" profesor particular decide promover un colegio en el centro de la Isla, para que pueda atender a otras personas. Eso ha provocado reacciones diversas muchas de ellas contrarias. No sabes si es por ser millonario, ser ruso, por hablar inglés... Nadie presta atención al objetivo del dinero.