TW
0

Como en años anteriores, iniciamos esta semana la publicación de una colección de relatos breves de Juan Luis Hernández Gomila que, bajo el título genérico de "¡UF!", aparecerán los martes. Tendrán una periodicidad semanal y nos acompañarán hasta principios de septiembre.


El sicario se congratuló de la exactitud de las informaciones que, sobre los hábitos de su víctima, le había proporcionado la cliente. Estaba, efectivamente, ahí, sentado en la terraza del "Chapeau!", como siempre, con su clavel blanco en la solapa, como siempre, a las doce del mediodía, como siempre… Se tomó su tiempo… Apuntó con ceremoniosa lentitud y apretó finalmente el gatillo. Un griterío fue la mejor constatación de su éxito…

–––––
A ELLA le resultó sorprendente la pasmosa facilidad con la que, a través de internet, se podía decidir la muerte de un hombre. Con impunidad, había contratado los servicios de un profesional. Los datos aportados, mínimos: diariamente, a la salida de su trabajo, ÉL se dirigía a una determinada cafetería, tras comprar un clavel blanco en aquel puesto que parecía extraído de "Vacaciones en Roma". Era un hombre de costumbres fijas. "A las doce –le informó- estará ya sentado en la terraza del "Chapeau!", tomándose un whisky con hielo." Viene haciéndolo desde hace veinte años, desde que nos casamos -pensó para sus adentros-.

–––––
A ÉL le había conmovido aquella inesperada visita de su hija. Y la preocupación y el amor que le había demostrado… Puede que tuviera razón, que fuera realmente un hombre excesivamente rutinario, formal… "¡Haz alguna locura, papá, ya, antes de que sea tarde!" -le había espetado, imperativa-.

–––––
El maltratador abandonó, libre, la sede del tribunal. Su paso por los escenarios y ese letal encanto que tan útil le había resultado siempre, habían conseguido lo que, en primera instancia, parecía imposible: su absolución. Recordó el rostro de Marta, muerta a raíz de uno de sus excesos, y dejó que su putrefacción anímica dibujara una sonrisa en sus labios…

–––––
ÉL pensó que su hija tenía razón. A la salida de la entidad financiera, decidió rendirle un homenaje: rompería esa rutina de décadas… Y aunque compró el clavel blanco, acabó por lanzarlo sobre la acera… Respiró luego con profundidad, como queriendo recobrar los años que la monotonía de una vida de grises le había usurpado. Hoy haría, sí, algo distinto… Se lo debía. Pasó por el"Chapeau!", pero lo evitó. Tomó un taxi y se perdió por parajes jamás transitados…

–––––
El maltratador se dijo que, verdaderamente, era un tío con suerte… Incluso, preso de la euforia, le dio por recoger aquel clavel blanco que yacía sobre la acera… Con él, en la solapa, cruzó la calle. El sol era una invitación a la vida. Deseaba celebrar el veredicto, pero aún más su capacidad de manipulación, su fortuna, el azar que permanentemente le había sonreído… Se sentó en una cafetería. No se percató de su nombre, "Chapeau!". Miró su reloj: las doce del mediodía. Pidió un whisky con agua… Definitivamente, era un hombre con buena estrella, un hombre al que nunca le había abandonado la suerte…

–––––
Estaba, sí, ahí, sentado en la terraza del "Chapeau!", como siempre, con su clavel blanco en la solapa, como siempre, a las doce del mediodía, como siempre… El sicario se tomó su tiempo… Apuntó con lentitud ceremoniosa y apretó finalmente el gatillo. Un griterío fue la mejor constatación de su éxito…

–––––
Cuando su hija le comentó a su madre el consejo dado a su padre, ELLA entendió, finalmente, por qué, y contra todo pronóstico, a las dos de la tarde, ÉL había regresado a casa…