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Mientras se busca la fórmula para dar mayor empaque y difusión al patrimonio talayótico de la Isla, crece de forma efectiva, exponencial y lamentable el inventario de otro tipo de patrimonio histórico, de datación más reciente y fácil olvido. Se trata de los edificios abandonados, los inmuebles empujados al desuso por una administración pública lenta hasta la desesperación, que deja que los estudios, los planes y los papeles se muevan a una velocidad inferior al inexorable deterioro físico. La lista de construcciones sin empleo ha sido en varias ocasiones recitada. En estos momentos, dos nuevos candidatos aspiran a engordarla. Se trata en primer lugar del Lazareto, en su día residencia vacacional low cost para privilegiados, cuya utilización está en vías de extinción, un enclave que el común de los mortales solo puede visitar con reserva previa y tutelaje. La Corte madrileña no deja más. Su mantenimiento durará hasta que la calculadora del Ministerio de Sanidad no cuadre, luego caerá en manos de las buenas intenciones con final indeterminado. En segundo lugar nos encontramos con el pabellón del Menorca Bàsquet, alegre dispendio en plena euforia económica que ahora se queda también en el limbo de los cuños, los convenios, los acuerdos y las negociaciones. Para estos dos casos aún hay tiempo para reaccionar. Dinero, menos. Su abandono es reciente y, por tanto, su reciclaje factible. Este patrimonio también merece atención.