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Su aparente, solo aparente, parsimonia, su enorme tamaño, sus orejas XXL, el uso de la trompa como extremidad y ducha, su exotismo, hacen de los elefantes un animal que despierta simpatías entre gran parte de los homo sapiens. El cine los ha dibujado con cierta ternura, como aquel Dumbo con problemas de adaptación social. Abundan los peluches con trompa y el imaginario popular les atribuye una espléndida memoria además de una reverencial inclinación por los camposantos. Los turistas pasean a sus lomos en lugares como la India. Así las cosas, y a pesar de que en algunos lares son muy temidos sus arrebatos homicidas, el elefante es un animal que despierta apego. Quizá por este motivo ha despertado tanto rechazo y controversia la presencia del Rey en un recóndito paraje africano para divertirse cazando, sin motivo gastronómico de por medio, el ejemplar de paquidermo que se le pusiera por el medio. Ya es mala suerte. Podría haberse lesionado cazando un fiero león, o vulgares conejos, incluso perdices, animal sin apenas peluches ni películas dulces ni imaginario popular que cante sus virtudes. Es un golpe de mala suerte. Como es una mala coincidencia que el tema de la fractura de cadera se produzca en plena conmemoración republicana, como es aún peor coincidencia que le haya sucedido esto en pleno centenario del hundimiento del "Titanic". Quizá más que mala suerte sea un aviso o premonición.