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Mi admirado Pedro J. Bosch se preguntaba muy oportunamente en su dietario del pasado sábado si el amplio periodo de cierre estacional de los restaurantes en Menorca tendría parangón en el resto de ecosistemas de nuestro entorno. Ignoro la respuesta correcta a tal enigma, pero conozco de primera mano las razones que impulsan a muchos restauradores de nuestra isla con negocio de temporada a dilatar el estado de inactividad más allá de lo que desearían, ocasionando con ello un daño colateral en forma de empobrecimiento del abanico de oferta gastronómica, por un periodo demasiado extenso.

Veamos. Sin ánimo de presentar cálculos rigurosos, yo diría que abrir la puerta de un restaurante en Menorca (como en cualquier otro sitio) cuesta entre pitos (cuota de autónomos, sueldos y cuota de seguridad social de empleados…) y flautas (factura eléctrica, de teléfono, tasas de ocupación de terrazas…) un pastón al mes (ya advertí que no pretendía ser riguroso; ni soy bueno con la calculadora ni todos los restaurantes tienen, entre otros hechos diferenciales, el mismo número de empleados). Quedamos entonces en que, a groso modo, la por principio ilusionante maniobra de apertura de la temporada cuesta una pasta gansa. Y cabe ahora preguntarse: ¿Qué esperanza matemática tiene el empresario hostelero de llegar a amortizar esa pingüe cifra si se precipita o yerra en la elección de las fechas de actividad?

Ayudará mucho a encontrar respuesta a tan espinosa cuestión la evaluación de ciertas variables intervinientes en el dilema. Reflexionemos de entrada sobre los meses que van de octubre a junio. De los treinta (o treinta y un) días de que constan estos meses (olvidemos febrero, que a estos efectos es manifiestamente prescindible) veamos cuántos de ellos podemos inventariar como "días susceptibles de generar forre" (DSGF).

1.- Los domingos. Las noches de domingo del periodo que analizamos no se deben considerar como aptas para hacer negocio en la hostelería, a no ser que se disponga en concepto de fieles parroquianos de un nutrido grupo de divorciados en estado de alerta naranja que no hayan perdido todavía su trabajo (y con ello sus ingresos). Otrosí: los domingos por la mañana solo se pueden considerar hábiles a efectos de caja si no llueve o si no hace un día desapacible. Si por el contrario el domingo por la mañana amanece un día estupendo después de varios de inestabilidad atmosférica, también debe catalogarse como poco productivo, pues el grueso de la población sufrirá un imparable efecto centrífugo que la conducirá, picnic en ristre, hacia el campo.

2.- Días entre semana. De todos es sabido que de lunes a jueves, ambos incluidos, solo un golpe de suerte puede proporcionar la oportunidad de obtener algún beneficio crematístico en el sector que analizamos, excepción hecha de aquellos locales que tienen la fortuna de contar en su cartera de clientes con la colonia de ingleses residentes, gentes éstas que no suelen hacer ascos a los días lectivos a la hora de confraternizar.

3.- Fines de semana. Es durante estos impagables días (viernes o sábado) cuando se debe cifrar toda esperanza de dar alegría a la caja registradora. Nótese que he dicho viernes "o" sábado porque, en efecto, jamás se produjo la circunstancia de que haya lleno el viernes "y" el sábado. Nadie hasta la fecha ha sabido explicar este suceso aparentemente de origen paranormal. Desde luego hay también que comprender que los días que juega Mesi a las nueve de la noche, sean viernes, sábado o domingo de ramos, debe considerarse el turno de cenas correspondiente como perdido a todos los efectos.

Queda así establecido que el número de DSGFs es de tres (cuatro si no juega Mesi) al mes, siempre que las condiciones meteorológicas lo permitan y no haya programado ese mes algún evento artístico o cultural de relieve en el teatro u otra dependencia (en cuyo caso habría que recalificar ese día, que pasaría a la nómina de los relevantes para la cultura e improductivos para la hostelería)

Si hacemos ahora la correspondiente operación matemática entre el dividendo "una pasta gansa" y el divisor "DSGF" tenemos como resultado que el tan intrépido como pequeño empresario, antaño imbuido de ánimo de lucro, se ha convertido, durante este periodo evaluado, en donante neto y generoso de esa veterana ONG (OG en realidad) que dedica sus recursos a procurar que no le falte coca ni sexo de pago a algún cerdito con tirantes penibético, ni periodista a la carta a chorizo balear o estatua aeroportuaria erigida a mayor gloria de tunante castellonense, entre otras obras de caridad y justicia de parecido tenor repartidas equilibradamente por todo el territorio nacional.

¿Solución a tan desalentador estado de cosas? Quizás la ampliación de la temporada turística. ¿Cómo? Desde luego no parece cosa sencilla, pero imagino que el target de la desestacionalización ocupará un lugar prominente en la mesa de trabajo de la Conselleria de Turismo. Al menos eso espero.