La celebración del día de la mujer trabajadora tiene este año sabor a retroceso en los derechos y conquistas sociales. Mientras la crisis económica se ceba especialmente con las mujeres, que siguen cobrando un 22 por ciento menos que los varones, se defiende su derecho a la maternidad como excusa para recortar la ley del Aborto.
Junto a estos datos, ya de por si alarmantes, crece la impunidad de determinados energúmenos que predican desde algunas mezquitas las diferentes formas de golpear a una mujer sin romperle los huesos o que sangre. Según las grabaciones realizadas por los Mossos d'Esquadra el imán de Terrassa, una de las mezquitas más grandes de Cataluña, alentaba a sus fieles a corregir mediante golpes la conducta díscola de sus mujeres. El catálogo de vejaciones era amplio y amparado en que el Corán sugería, incluso, el encierro de la esposa en el domicilio conyugal como si de una mazmorra se tratara.
Este individuo, escapado del Medievo, vive en una localidad cercana a Barcelona. Su institución recibe subvenciones del ayuntamiento para impartir clases de árabe y, como medida de precaución, la policía autonómica debería registrar su domicilio por si acaso tiene a su pareja encerrada en un armario.
El fiscal, que ha pedido las grabaciones de sus soflamas, tiene la obligación de cortar de forma urgente esta incitación al delito que contribuye, además, a que los asesinatos de mujeres, sobre todo extranjeras, sean una vergonzante realidad en este país tan moderno en apariencia.
Pero no solo en las mezquitas se propaga la brutalidad. En la Asociación de la Prensa de Granada su presidente, Antonio Mora, se quitó el cinturón y en un acto público intentó agredir a una joven que interrumpía la "función" con una bandera palestina. La imagen del periodista con su cinturón alzado a modo de látigo corre por la red como ejemplo de las actitudes atávicas que muchos hombres esconden bajo una apariencia de civismo.
Reacciones como estas demuestran la gravedad del problema del maltrato que no atajado a tiempo acaba con la vida de la víctima. Pese a que la ministra del ramo, Ana Mato, intento minimizar la cuestión de los asesinatos de mujeres a manos de sus parejas con el eufemismo de "violencia en el ámbito familiar", estos energúmenos son la prueba palpable de cómo machismo y delincuencia se dan la mano.
La mujer trabajadora (¿y qué mujer no lo es?) tiene hoy, 8 de marzo de 2012, poco que celebrar. La crisis está expulsando del mercado laboral a las que tenían empleo y, además, el recorte en las prestaciones de la ley de Dependencia vuelve a cargar sobre sus hombros el cuidado de ancianos y minusválidos a los que la sociedad no atiende. Malos tiempos para la lírica.
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