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Los billetes de Spanair se han convertido en papel mojado. Los centenares de menorquines que, por placer u obligación, planeaban volar con la aerolínea, tienen ahora en sus manos un cheque sin fondos que no saben si llegarán a cobrar algún día. La compañía inició ayer las negociaciones con la Asociación Internacional del Transporte Aéreo con la finalidad de buscar una solución para devolver el dinero a los clientes afectados pero la mayoría, tras formalizar la reclamación pertinente, han optado por adquirir un nuevo billete con otra aerolínea haciendo frente a un desembolso extraodinario. No quiero imaginar el gasto global que ha supuesto la compra de estos nuevos vuelos, a pesar de las tarifas de rescate que se han puesto a disposición de los afectados. Spanair pone de este modo más palos en las ruedas de todos aquellos que intentan sobrevivir a una crisis que ya huele a quemado. A pesar de todo, me da la impresión de que son pocos los que se acuerdan de los trabajadores de la compañía que, lamentablemente, pasarán a engrosar las cifras del paro. Al parecer, Spanair ingresó ayer a sus empleados mil euros para cubrir parte de la nómina de enero, que esperan pagar en su totalidad a lo largo de los próximos días. Algo es algo, está claro, pero nadie les quitará el susto del cuerpo al enterarse a través de los medios del cierre de la empresa. Si ya es duro quedarse sin trabajo, imagínese percatarse de este modo. El cierre de Spanair no es más que un cúmulo de despropósitos.