TW
0

Ante el caos económico-laboral y el malestar social creciente trataré de neutralizar opiniones voluntariosas, pero incompetentes, al menos en economía política. La salida de la crisis por recuperación efectiva y consolidada llevará su tiempo, como escribí hace años, que se puede acortar siempre que se adopten sin desmayo los remedios adecuados. Desde luego hacen falta líderes sociales (políticos, empresarios, sindicales y agentes sociales diversos) que sintonicen sus sentimientos con conocimientos correctos sobre el tema.

Vaya por delante que la crisis económica y social es europea, pero arrecia más en unos lugares que en otros, de ahí que la solución a la crisis no sólo dependerá de las actuaciones que se adopten desde fuera en lo monetario-fiscal, sino que el factor interno-local tiene también gran importancia. España, como es de sobra conocido, es la nación que tiene la peor cifra de paro de Europa y dentro de este país, Baleares tiene un nivel de paro superior al de la media nacional, siendo Menorca la isla que al parecer arroja una situación económica algo peor que la de Mallorca e Ibiza. Este es el deprimente panorama económico menorquín.

¿Qué se puede hacer para salir de este pésimo ranking y cuanto antes? Hay distintos métodos, pero se me ocurren dos vías obvias, una práctica y otra más imaginativa. La primera sería observar la marcha de la economía del País Vasco desde hace decenios y copiar las medidas y pautas localmente adoptadas, ya que la situación allí está económicamente saneada marcando distancia con el resto del Estado. El modelo que han seguido los vascos con éxito fue diversificar y renovar sectorialmente su economía con nuevas tecnologías innovadoras e inventarse el Guggenheim para ganarse la imagen internacional como sociedad moderna y atractiva, habiéndolo conseguido, no sin gran esfuerzo, "a todo meter", como dicen los castizos. Comenzaron el proceso de cambio a raíz de los efectos catastróficos de la crisis iniciada en los años de 1970 y comienzos de los de 1980 en la ribera industrial del Abra, como también los alemanes hicieron lo propio y a tiempo; pero los gobiernos del conjunto de España, uno tras otro, se pusieron en manos de la Unión Europea como remedio para todos los males, como si fuera la panacea absoluta, desde luego optaron por lo más fácil, lo que fue un craso error. Además el éxito del modelo vasco viene potenciado fiscalmente por el atávico Concierto Económico con la Hacienda del Estado, que a mi juicio y con sólidos argumentos es un modelo eficaz, no desdeñable. Argumento similar es válido para el caso navarro, también bastante ejemplar. Con eso no quiero decir que aplauda la política económica de Bruselas conculcada por Alemania, que debería ser menos restrictiva en lo monetario e impulsora de gasto público selecto para generar riqueza y empleo en los países del euro; pero estando las cosas como están, el esfuerzo económico de los pueblos del norte de España cobra aún mayor mérito.

Otra vía para salir de la crisis menorquina sería conocer con datos obtenidos por cálculo analítico, de base científica no sólo descriptiva, la economía de cada pueblo de la isla y la evolución de los sectores económicos menorquines al menos en los diez años últimos; y ante resultados cifrados habría que analizar las causas de las distintas andaduras para poner los remedios adecuados con fundamentos que sean los más precisos, dentro de lo posible. En economía las apariencias a veces engañan, igual que la tierra es aparentemente plana. Los gobernantes y empresarios tienen que asignar los recursos donde sean más rentables, con decisiones fundadas en modelos hipotético-deductivos, explicitados empíricamente, salvando las necesidades sociales humanamente más importantes; y luego hacer economías calculadas cuantitativa y puntualmente en el gasto, dejando de gastar en lo superfluo (¿Se lleva la impuesta contabilidad de costes?); pero ello ha de constituir una filigrana continua de economía política aplicada por dirigentes preparados y con autoridad.

El problema de algunos líderes en España es que a menudo se ven obligados a tomar decisiones para las que no están convenientemente preparados y no sólo me refiero a desconocimientos de Economía política, que en algunos casos es clamorosa la ignorancia al respecto, sino también en elementos básicos de lógica formal, de ciencia jurídica, de nuevas tecnologías y no digamos de idiomas, concretamente de inglés. Estas carencias pueden ser determinantes en las clases dirigentes, pero hoy en día tampoco son admisibles en el conjunto de la fuerza laboral, que requiere trabajadores competitivos, formados humana y profesionalmente. En España y por supuesto en Menorca, hay gente muy preparada, como siempre la hubo, pero no es un fenómeno generalizado como sí lo es en países y áreas europeas más septentrionales.

En las sociedades más avanzadas hay trabajo creciente para aquel potencial humano, pero no para el trabajo sin especial formación. Resolver este problema lleva tiempo. Además se oye en los medios criticar a los funcionarios públicos cuando en realidad son los únicos trabajadores que normalmente tienen título de haber demostrado ante el Estado y representantes pertinentes de la sociedad civil, que están cualificados en unas competencias determinadas, que les distingue del resto. Muchos funcionarios se limitan, porque este es su cometido, a cumplir lo que se les pide por quienes toman y programan las actuaciones de la administración, que son los verdaderos responsables de los resultados en el servicio público, no los funcionarios. En lugares como Menorca y muchos otros destinos los servidores públicos forman un mercado cautivo de rentas y mantienen estacionalmente la economía, en este caso de la isla, con su consumo cotidiano.

Finalmente si el tejido social no responde o no acierta en la respuesta a la tormenta de la crisis, esta terminará por escampar tardíamente a través de mecanismos automáticos y por el cambio de ciclo económico general; pero, entretanto, a saber lo que el vendaval se puede haber llevado por delante.