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Los libros tienen un valor que va más allá del material. La prueba es que cuesta mucho tirar uno a la basura. Una vez leídos, muchos volúmenes pasan a acumular polvo en la estantería del salón. Aún así, pese a adoptar un rol ornamental y que algunos sean verdaderos tostones, los adoptamos con cierto respeto. En el Consell no quedaron exentos de este sentimiento de apego a lo publicado, acumulando en un almacén miles de ejemplares, muchos de los cuales se han vendido esta semana al precio de un euro. Ni lo uno ni lo otro. Poco o nada tiene que ver con la divulgación de la cultura la acumulación apilada de ejemplares de diversa índole, aunque tampoco parece demasiado gratificante desde el punto de vista del conocimiento poner en marcha un "todo a un euro" literario para desprenderse del papel. El compromiso con la cultura va más allá, son otras cosas, como encontrar el modo de apoyar proyectos interesantes a pesar de la crisis o establecer un sistema de subvenciones que no sea un riego por aspersión. Por cierto, uno de los encantos de la tendencia a mantener los libros alejados del contenedor azul es que a veces, al hojearlos años después de la última lectura, damos con un papel que se escondió tan bien que al final acabó en el olvido. Igual una de estas personas que adquirió un libro a un euro en el Consell se encuentra entre sus páginas con los siete millones para el proyecto de S'Enclusa. Se gratificará su devolución, aunque no mucho.