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Ha sido empezar la campaña electoral y ponerse a llover. La relación causa-efecto no está nada clara, pero tampoco se descarta a tenor de lo que hemos visto hasta ahora. De momento nos hemos ahorrado los tenderetes del sábado por la mañana, con candidatos y ayudantes sonrientes, prestos a repartir regalillos que acompañan de amplios gestos de satisfacción y folletos informativos, muchos de los cuales acaban en el contenedor azul sin que sus letras hayan sido objeto de atención de ningún posible votante. Despilfarro en tiempos de recorte. La campaña está más bien sosilla, y ni le cuento si limitamos el asunto a la contienda local. Parecen unas europeas. En el Congreso suele haber poca pelea y en el Senado la disolución de la unidad progresista nos ha dejado sin partido. Como Messi cuando marca dos goles en los primeros cinco minutos. La cosa se animará presuntamente con la aparición de los primeros espadas a mediados de la presente semana. No es casualidad que la borrasca tenga fecha de caducidad para el miércoles. Será la hora de la foto en el mercado y del "es más guapo que en la tele". Pero tampoco entusiasma la cosa como para que se ponga a brillar el sol. Siguen amenazando los nubarrones de la repetición de latiguillos y la promesa abstracta, sobre todo del que va a gobernar. Al menos que haga buen tiempo el 20-N.