Para los terremotos y tsunamis delegamos en técnicos y científicos; para el terrorismo deberíamos hacerlo en las fuerzas de seguridad y en el aparato judicial. Pero en este último caso, en lo que concierne al 11-M de infausto recuerdo, los hay empeñados en que deberíamos saber más porque entienden, o quieren entender, que aquella matanza no fue obra de células yihadistas sino de una conspiración urdida en desiertos y montañas no lejanas para echar del poder a un gobierno legítimo. Insinúan que detrás de todo estaba el otro partido que finalmente obtuvo el poder en las urnas, y llevan siete años dando la tabarra con ello desde sus ruidosas plataformas mediáticas sin reparar en el daño que pueden hacer a las instituciones.
Me niego a hacerles el más mínimo caso, entre otras cosas porque no creo en mochilas itinerantes ni en polvos mágicos de ácido bórico, ni en camionetas llenas y vacías al mismo tiempo, ni en terroristas suicidas ajusticiados. Necesito creer y creo en nuestras instituciones democráticas que en su día investigaron y juzgaron con todas las garantías. Las fantasiosas (e interesadas) fabulaciones están bien en las novelas y… culebrones.
12-III-11
Escribe Fernando Savater: "Bastante humillante es ya envejecer, pero si encima te haces respetable… date por aniquilado".
¿Lo estoy después del comentario anterior?
13-III-11
Termino ansioso el interesantísimo ensayo de Nicholas Carr "¿Qué está haciendo internet en nuestras mentes? Superficiales" (Edit. Taurus), porque corrobora buena parte de mis propias intuiciones cuando observo con cierto temor nuestra creciente dependencia del teclado, muy especialmente la juventud, la morbosa necesidad de estar permanentemente conectado, y la riada de información que anega la red, con el grano y la paja mezclados en una maleza inextricable.
Basado en estudios psicológicos y neurológicos exhaustivamente documentados y en su propia experiencia, "en mi pasado fui un buzo en un mar de palabras, ahora me deslizo por la superficie como un tipo sobre una moto acuática", Nicholas Carr observa su progresiva incapacidad para analizar y profundizar en un texto largo y estructurado a medida que aumenta su dependencia de internet… "Me estaba convirtiendo en algo parecido a una máquina de procesamiento de datos de alta velocidad, una computadora humana. Echaba de menos mi viejo cerebro"
Bueno, léanlo si aún son capaces de reflexionar serenamente tras una jornada de navegación por el mar de sargazos cibernéticos. Y no lo duden: Internet está cambiando nuestros cerebros y no estoy nada seguro de que sea para bien.
15-III-11
Peligro. Al compás de las nuevas explosiones en los reactores nucleares japoneses empieza a detectarse una nueva guerra de trincheras: la de los progres con su rechazo frontal a la energía nuclear en aras de las renovables y la de los liberales partidarios sin matices de la misma. El asunto no va por ahí, no debería ir, sino por un debate serio y riguroso, fundamentalmente técnico: la energía nuclear es probablemente necesaria en el llamado mix energético, pero deben evaluarse concienzudamente sus riesgos. Sin prejuicios ideológicos. Más difícil será sortear los intereses económicos…
16-III-11
Tiempos de liviandad intelectual, culto al cuerpo y entronización de las nuevas deidades, competitividad, productividad, rentabilidad, cuyo culto exige sacrificios humanos, no de jóvenes vestales sino de trabajadores cualificados o simplemente veteranos...
Prejubilaciones, traslados voluntarios, suspensiones transitorias, franquicias, subcontratas, forman parte de un paisaje pasteurizado y liofilizado (esterilizado, en suma), en el que se escuchan extraños sonidos que parecen venir de ultratumba (me acaba de llamar cariñosamente un tal Roberto, "hola, Pedro", ofreciéndome pingües inversiones entre un guirigay que quería imitar la actividad de la Bolsa), y donde las miradas proyectan dagas voladoras, ¿puedo ser yo el siguiente? Otrosí: ¿Cómo amar y /o entregarse a empresas que pierden su identidad?
17-III-11
Pero no todo son calamidades: el equipo de fútbol de la España profunda vuelve a ganar en Europa lo que puede redundar en una franca disminución de las tasas de ansiedad per capita. Por si fuera poco alivio, Inés viene a comer a casa.
Sin comentarios
Para comentar es necesario estar registrado en Menorca - Es diari
De momento no hay comentarios.