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Recientes encuestas apuntan que a la gente no le interesa la política. El pueblo admite que prefiere saber si a Cristiano Ronaldo le duele un dedo del pie o si Piqué sale con una cantante de moda sobrevalorada. Se deduce, por tanto, que para la mayoría el futuro de sus pensiones es menos relevante que los trasiegos matrimoniales de la Esteban. Aquí, creo, hay un error de percepción de lo que es en realidad la política, un error que genera confusión y que hace que los árboles no dejen ver el bosque. Si por política se entienden los cruces de declaraciones repetitivos, prefabricados e insoportables de baja o nula productividad que protagonizan los líderes de distintos partidos, me apunto al carro de la opción predominante en las encuestas. No me interesan. Prefiero saber quien sale con Piqué o si Cristiano está sano. Pero además del politiqueo pueril, de la verborrea de atril y telediario, hay otra política, que también lo es, la de las reformas laborales, la restricción de las becas, el futuro de las jubilaciones, las subidas de impuestos o el encarecimiento de la electricidad. Si, por ejemplo, continúa la ola liberalizadora y de adelgazamiento del estado del bienestar generada por esta injusta crisis económica y a usted le hacen pagar tres euros por cada visita al médico, seguro que le va a caer mal, dirá que es una vergüenza y, además, lo va a notar en su bolsillo. Esto, señoras y señores, es política. Y a usted le interesa. O debería interesarle.