Este último fin de semana han tocado arrebato entre las filas del PSOE, de los del PSOE que cobran por pensar. Y nada, que no hay manera, como quien no ha roto un plato en su vida. Ninguna autocrítica. Fíjense que les digo, si la autocrítica pudiera pesarse con balanzas de precisión, la convención socialista del fin de semana daría cero, pero no un cero patatero que dijo aquel, yo lo llamaría "cerozapatero". ¡Pero hombre!, ¿cómo puede presentarse el pacto de los sindicatos para retrasar la edad de jubilación como un triunfo? En puridad, es el mayor retroceso en ese aspecto para los trabajadores de toda la democracia, y encima, cosas veredes, llevado a cabo por un gobierno que dice que es socialista y unos sindicatos de clase, sindicatos obreros.
¿Ustedes, en la fragilidad de su memoria, se acuerdan de lo que costó jubilarse a los 65 años? Y ahora, con una simple huelguecilla general hemos retrocedido más de lo que llevamos de democracia. Y por si todo fuera poco, manteniendo encima enquistadas injusticias, como aquella de seguir penalizando a un trabajador/a que aun teniendo 40, 42, 44 o más años cotizados, si adelanta un par de años su jubilación, será penalizado/a, mientras otros podrán cobrarla entera aún habiendo cotizando varios años menos, pero eso sí, jubilándose a los 67 años. De manera que lo que se aclara es que no son los años cotizados, si no los años que queden presumiblemente por delante para poder cobrar una pensión, lo que es una verdadera injusticia. Y van los socialistas y los sindicatos obreros y dejan esta injusticia como estaba.
Agavillados de fariseos o casi, se plantaron en Zaragoza ministros, ministras, alcaldes y presidentes, secretarios y secretarias socialistas, diputados y diputadas, la élite socialista en fin, con su rum rum de corrillo de despacho a cuestas en torno a la sucesión de su presidente de presidentes. Y ahí, donde tenían que haber dicho lo que pensaban, se volvieron mudos sacando la mano para la palmadita y la sonrisa obligada, flotando entre ellos el fariseísmo, se va… se queda… eso sólo lo sabe su señora y un socialista, el resto, como si no, y el otro resto de españolitos que de esta historia solo somos observadores o sufridores, seguimos estando en un sinvivir. Y ellos, mientras, venga de aplaudir, venga de reír no sé de qué, y vuelta a aplaudir.
Señor presidente, con respeto se lo digo, no nos haga usted como los toreros, que cuando se retiran lo hacen plaza a plaza, y se tiran un año despidiéndose. Tanto si piensa seguir como si piensa dejarnos, debe decirlo ya.
La convención de ustedes en Zaragoza era una buena ocasión para ponerle letra a una jota aragonesa de cómo está España y de si usted se va o se queda. Aunque qué quiere que le diga, tal cual está el personal, en la España que usted dice en que tenemos que pensar, ver, lo que se dice ver, no la veo yo para jotas festivas.
Por cierto señor presidente, no me queda más remedio que decírselo pues resulta que no teniendo usted mejor cosa en que reivindicarse, va y en el colmo de lo absurdo, se reivindica de reformista. Pero señor presidente, qué ocurrencia, qué desazón, qué desvarío. Si quiere reformar, reforme, reforme, pero no lo haga como los cangrejos, hacia atrás, que vaya peso que le ha quitado usted de encima a su más que presunto sucesor. Fíjese, uno que me dijo que lo vio, me aseguró que a Rajoy le sale por cada una de sus reformas de usted humo de las manos de tanto frotárselas. Se lo está dejando usted como le ponían las bolas de billar para que hiciera la carambola su majestad.
En el sofrito de los ideales políticos, nunca fue más cierto que la derecha no está a la derecha, la izquierda no está a la izquierda y el centro no está en medio. Todo y que algunos, en sus afanes de cazar votos, como si el pueblo fuera tontito, se nos presentan como ambidiestros, tanto les hace un roto como un descosido.
El grave error de ustedes los políticos es actuar como si el pueblo solo existiera para votarles y para apechugar con todo lo que nos echen y piensan que no sabemos diferenciar lo justo de lo injusto, por ejemplo lo de esta crisis, que deberían pagar por ella quienes la han ocasionado. Y entre esos culpables, los políticos no estarían muy lejos, por haber, no solo permitido, si no propiciado, incluso fomentado el increíble desmadre inmobiliario. Ustedes piensan que el pueblo no se da cuenta, siguen pensando que el pueblo no se pregunta quién ha ido a parar a la cárcel por llevar a millones de españoles a la desesperación del paro. Ustedes van a lo suyo, unos en Sevilla, otros en Zaragoza. Y mientras cinco millones de parados buscan trabajo, ustedes se aplauden a si mismos. Bastaría un poco de decoro y sentido común para no darnos esos espectáculos.
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