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Dice la Constitución que todos somos iguales ante la ley. Pues leyendo lo que leo, escuchando lo que escucho y viendo lo que veo, yo tengo cada día más sospechas de que algunos son menos iguales que otros. Fíjense sino en un tal Fabra, don Carlos, a la sazón Presidente de la Diputación de Castellón. El lunes 27 de diciembre de 2010, se libró con bien de cuatro de los siete delitos que pesaban sobre él. "Público", martes 28 diciembre 2010: resulta que entre otros presuntos delitos que pesan sobre este individuo, según venía publicado en el citado periódico, "ocultó al fisco 3,5 millones de euros junto a su mujer", unos 581 millones de las antiguas pesetas. Con todo y con eso va la Audiencia de Castellón y considera prescrito el fraude a Hacienda de los años 2000 a 2003, aunque el auto no pone en duda la comisión de ilegalidad.

Por ese camino debería de pasarle lo mismo a todo hijo de vecino, que "doña Hacienda" le ha reclamado que pague por lo que no pagó. ¿Qué igualdad es esa que a unos les cobra Hacienda hasta el último céntimo de lo poquito que han dejado sin pagar mientras a otros se les dilata, se les dilata y se les dilata hasta que al final prescribe y lo que prescribe es una burrada de millones?

Al señor Fabra le prescriben los presuntos delitos. Eso no quiere decir que no sea culpable o que no sea inocente, pues hasta no ser juzgado esas cosas no están claras. Lo que le libera es la lentitud de la justicia, pero no la justicia en sí.

La igualdad ante la ley, si existiera, debería prescribir tanto a unos como a otros. Y me atrevo a decir más, con más justo menester a los que defraudan cuatro duros que a lo mejor ni tienen para pagarlos y no a los que no pagan millones a la Hacienda pública teniendo con qué hacerlo. Ya digo, algunos, por unos pocos euros, Hacienda los trae fritos, mientras que al tal Fabra, al que investigaron dos inspectores de Hacienda durante un lustro y como consecuencia de aquella investigación la Agencia Tributaria presentase una denuncia por haber detectado fraude fiscal, ahora la Sección Segunda de la Audiencia de Castellón, después que los dos peritos judiciales de la fiscalía anticorrupción detectaran cinco fraudes fiscales, ha reducido de cinco a uno esos delitos. Por si todo fuera poco, el señor Fabra está también imputado por tráfico de influencias y cohecho, o sea, siete presuntos delitos, cinco de ellos fiscales. "El País", martes 28 de diciembre 2010, pág. 14: pero fíjense en lo concreto de lo detectado por la inspección, donde el dictamen en cuestión "detecta 3,6 millones de euros ingresados en la cuenta del Presidente de la Diputación que proceden de un origen no justificado, y un fraude a las arcas públicas de 1,7 millones de euros". ¡Oiga! Si Hacienda, por quítame aquí unos euros, le pone a uno en un banquillo ante un juez, a este individuo, que según lo publicado tiene o tenía un asunto fraudulento con Hacienda de 1,7 millones de euros, ¿qué pasa? Ah, ya… o sea, que no pasa nada. Esta clase de políticos no paran de darle al sufrido trabajador, al que Hacienda le fiscaliza hasta el aliento, estos escandalosos ejemplos.

Si algunos fantoches de nuestra política tuvieran que ser el espejo en el que se mirase la ciudadanía, tendríamos a estas alturas un país de prevaricadores, un país lleno de individuos adosados al tráfico de influencias, cohechos y demás miserias que desgraciadamente, a demasiados políticos parece que les sean propios. El caso es que mientras una horda de pésimos políticos han empuercado su escasa dignidad como servidores de la política inflando sus cuentas bancarias, la ciudadanía, lamentablemente, está empezando a mirar cada día con más recelo, con más antipatías, ya no a cuatro politicastros, sino por su culpa a la clase política en general. Y con todo ese público descrédito, resulta que los políticos no están por la labor de crear de una vez por todas unas leyes que aparten a tanto garbanzo negro, a tanta manzana prohibida. Y así, de esta mala manera, están dejando que cunda entre ellos la metástasis de todo aquello que la ciudadanía odia de la clase política. Torpe camino es ese cuyas consecuencias no pueden ser nada buenas.

Uno, en su conformismo, se conforma con poco. No se trata ni siquiera de querer tener políticos hábiles y brillantes. Lo primero que a estas alturas urge son políticos honrados, que haberlos haylos. Los que se ganan su salario, incluso un buen salario, los que trabajan para el ciudadano, que es a la postre quien le vota y quien le paga. Los partidos políticos deben de entender que no es fácil de soportar ejemplos como los del tal Carlos Fabra para una ciudadanía que tiene buena parte de su potencial humano haciendo malabarismos para llegar a fin de mes, que tiene ya a demasiada gente que no puede ni empezar el mes, mientras tienen que ver cómo algunos se permiten fraudes millonarios, bueno quise decir presuntos fraudes (no vaya a ser que incurramos en un error de jurisprudencia). Y el colmo de lo inaudito, además de ver cómo prescriben estas cosas, es tener encima que soportar eso de que Hacienda somos todos. ¡Anda ya! Eso ya no se lo cree ni el más inocente de los inocentes del día de los Santos Inocentes.