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Con las alegrías del fútbol se olvidan todos los problemas. En verano el paro y la crisis fueron menos por la victoria de la selección en Sudáfrica. Ahora, en Menorca, la visita de la Copa del Mundo ha despertado un fervor popular que permite sacar una conclusión tajante: la paranoia por la gripe A ha desaparecido. Nadie se acuerda ya de aquellos recelos hacia las toses ajenas, de una actuación de la administración pública imprudente que llevó a tratar como un cataclismo lo que sólo fue un episodio médico lamentable para quienes lo sufrieron pero intrascendente para el devenir de la humanidad. Ahora, aquellos mismos representantes de la gestión pública que se empacharon de vacunas inútiles y tomaron parte en el fomento de la histeria social porcina participan en el besuqueo colectivo de un trozo de metal exportado de países ajenos. Atrás quedan aquellas recomendaciones hiperbólicas como "evite el contacto físico al saludar" o "si en la oficina hay mucha gente, procure volver en otro momento". Olvidados están los desinfectantes de manos a precio de oro. Cientos de personas, una tras otra, sin jabón de por medio, soban sin recelos, o incluso morrean, la Copa del Mundo. Al triunfo del tiqui taca sobre Holanda se le une ahora el de la sabia razón del pueblo sobre el delirio sanitario prefabricado. Que corran los microbios, claro que sí.