La Memoria de Actividad de la Policía Local de Balears, presentada esta semana, refleja un dato impactante. El año pasado se impusieron en las ciudades y pueblos de las Islas más de 150.000 denuncias por aparcar mal. Esto significa más de 400 sanciones al día y una sanción anual por cada 7,3 habitantes, a las que cabe restar los menores de 18 años y los que no conducen. Es una barbaridad.
Aparcar mal es un síntoma del mundo en el que vivimos, donde muchos se dejan la pasta, y algunos menos el sudor, en gimnasios para luego repudiar cualquier trayecto a pie que suponga más de cinco minutos. Son legión los que no quieren oir que el niño proteste y lo enchufan en el asiento de atrás para llevarlo dos calles más arriba, convirtiéndolo en un sedentario profundo por mucho que luego lo apunten a baloncesto. Otro detonante de los aparcamientos indebidos, que actúa de forma coordinada con la pereza, son las prisas. El famoso estrés.
La gente tiene prisa, quiere aprovechar el tiempo al máximo, cumplir los horarios y las autoexigencias exageradas. Siempre corriendo para siempre llegar tarde. Se aparca mal para no malgastar ni un segundo que luego, por otro lado, se desperdicia por cualquier chorrada. Además aparcando mal se suele molestar a uno o varios terceros. Aparque bien: es sano, relajante, barato y más solidario. Créalo.
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