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Es la actual una época curiosa del año. Los menos sostenibles han cambiado de forma automática la calefacción por el aire acondicionado, y existe un poco de incertidumbre en cuanto a vestimenta. Es fácil que en un mismo metro cuadrado convivan una persona en manga corta, pantalón corto y sandalias, con otra con camisa, jersey, chaqueta y (yo lo he visto) bufanda. Sólo hay que fijarse un poco para comprobarlo. Las botas no se han guardado aún y ya empiezan a salir los primeros tirantes, incluso combinados en una misma persona. A gusto de cada uno. En este contexto de contrastes en plena calle, un varón de origen sudamericano se extrañaba el jueves de ver en la Plaza Colón de Maó, a media mañana y con un sol de justicia, un grupo de personas trajeadas, rodeadas de periodistas armados con cámaras de vídeo y de fotografiar. El curioso intentaba discernir el sentido de la escena, el porqué de tanto boato. Tras un rato de estirar el cuello y achinar los ojos, el señor preguntó a una nativa si conocía el sentido de tal congregación a todas luces relevante. La mujer, mahonesa, previamente informada del tema, le hizo saber que se estaba inaugurando una pantalla de información turística. El preguntante arqueó las cejas y se quedó algo decepcionado. Quizá le pareció excesivo el despliegue por un simple aparatito. Esto va a gustos, debió pensar. Como el tiempo.