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Prosigue el canje de prisioneros entre Israel y Hamás. Es una puesta en escena de la organización terrorista    que pone en evidencia a Benjamín Netanyahu, primer ministro israelí, al no haber logrado doblegar militarmente a los milicianos. A pesar de que Gaza ha sido reducida a escombros y han fallecido unas 50.000 personas, con un gran número de niños, mujeres y ancianos. No es el único varapalo para el Gobierno israelí, que tras el salvaje ataque de Hamás del 7 de octubre de 2023 apostó su única carta a la destrucción total de esta organización.

El aparato yihadista sigue controlando Gaza y la guerra no ha servido para que la población civil se levante contra los terroristas que gobiernan la franja. Hamás, al igual que Hizbulá en El Líbano, dependen del apoyo y la financiación que reciben desde Irán, el gran enemigo de Israel. El régimen de los ayatolás se vuelca en estos milicianos para desgastar a su rival. Este complejo equilibrio en Oriente Medio puede resquebrajarse con la llegada de Donald Trump a la Casa Blanca. El presidente norteamericano, consciente de que las ventas de armas a Israel se van a disparar, no esconde su apoyo absoluto a Netanyahu. E incluso se ofrece para controlar la franja de Gaza sin palestinos que la habiten. Su ridícula ocurrencia le ha valido una condena unánime de la comunidad internacional.