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Durante el año pasado, en Balears más de 560 adolescentes fueron atendidos en urgencias psiquiátricas con cuadros de distinta gravedad, lo que evidencia la fragilidad de la salud mental entre muchos de nuestros jóvenes. Dos de cada diez estudiantes de entre 9 y 16 años admite haber tenido una tentativa de suicidio, según el Observatorio Español de la Salud Mental Infanto-Juvenil. Los expertos aluden al papel de las redes sociales, que llegan a desequilibrar por la presión que ocasionan sobre los adolescentes, al no estar preparados para gestionar el ciberacoso, la depresión o la ansiedad. El cada vez más temprano acceso de los menores al teléfono móvil agrava el panorama. En muchas ocasiones, los padres les facilitan esa tecnología para que estén localizados, es decir, por seguridad; pero al mismo tiempo acceden a aplicaciones violentas, pornográficas o donde son acosados. Ante esta problemática que registra un incremento preocupante solo cabe la respuesta del aumentar los recursos públicos de ayuda mental a los menores -la demanda de más psicólogos debe ser atendida- y potenciar las campañas de prevención, para que sepan que no están solos. En cualquier caso, la detección temprana es la clave. El colegio, el entorno educativo y las familias desempeñan un papel fundamental.