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La emancipación de los jóvenes en España se retrasa cada vez más y toda una generación ve frustrados sus planes de vida. La edad media para abandonar el hogar familiar ya supera la treintena, al situarse en los 30,3 años, un récord nunca antes alcanzado. Esta situación tiene consecuencias para los jóvenes, sus  padres y para la sociedad al afectar a la natalidad.

Un joven que supera su formación en el rango universitario tiene 22 años, y aunque el empleo juvenil es elevado, si encuentra trabajo al terminar ese ciclo, a los treinta ya acumula un lustro de experiencia laboral. El problema surge cuando los sueldos son tan exiguos que no permiten desarrollar un plan de vida independiente. El principal escollo para emprender un proyecto vital es la vivienda, sea en propiedad o en alquiler. En todas las zonas donde el mercado laboral es dinámico el precio de un piso se ha disparado y los jóvenes han de dedicar el 80 por cien de sus ingresos a pagar la renta, lo que obliga a compartir piso o a seguir en el domicilio familiar. Como consecuencia, los padres no pueden reorganizar su vida al jubilarse, los hijos no pueden formar una familia y la edad de tener hijos se retrasa hasta los cuarenta.

Es un panorama complejo de difícil solución, pues solo una subida drástica de salarios podría enjuagarlo, inalcanzable en un país con tan baja productividad.