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Ignoro, aunque me lo imagino, cuántas personas siguieron ayer en directo el Debate de Estado de la Comunidad. El último de la legislatura y que tenía un claro horizonte: las elecciones autonómicas y municipales de 2015. Y ello tanto para el gobierno del PP como para PSIB y Més.

Durante más de dos horas, el presidente Bauzá fue leyendo como una letanía los 32 folios que resumían los logros de la gestión de su gobierno. En un tono sereno pero que invitaba a la desconexión de la audiencia, formuló su gran titular: una rebaja de los impuestos que ha de suponer un aumento de la renta de los insulares en 250 millones de euros. Una reforma fiscal que, evidentemente, es bienvenida si se traduce en realidad. Mientras el líder de los populares iba desgranado su discurso en salat/mallorquí sentía el aliento de su bancada con interrupciones de aplausos (que a veces tenían un tinte de enlatado) y las sonrisitas de los diputados de la izquierda. Su alocución terminó con una solemne frase: «Nada ni nadie nos impedirá ganar el futuro que la mayoría quiere para Baleares». Dicho queda. ¿Y Menorca? Bueno, hubo, principalmente, un guiño al dique y una disculpa por el retraso en la entrada en funcionamiento del servicio de radioterapia «que será una realidad».

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Luego subieron los representantes de la oposición y nada nuevo bajo el sol. Críticas y más críticas como no podía ser menos (aquí nadie regala nada) y sumándose a una precampaña en el que la izquierda tiene un inquietante invitado para sus intereses: Podemos.

Todo esto en el Parlament. Porque poco después el alcalde de Palma, Mateo Isern, anunciaba (el día elegido no es casual) que su mandato tenía un fin y dejaba la política al perder el pulso con el aparato del Partido Popular.

Las fichas ya se mueven en el tablero de un ajedrez donde nadie quiere ser peón, la pieza más débil.