Allí le han encargado pintar un gran mural sobre ‘La Rueda de la Vida', una obra que, según explica, «representa un poco la situación en que nos encontramos los seres en este mundo» y que funciona «como un resumen de todas las enseñanzas filosóficas de Buda». Trabajo que hace que el menorquín se encuentre, como el mismo dice, «en mi salsa». «Me apasiona el arte y la mística, y aquí se fusionan esas dos cosas», resume.
Y además, hay un tercer factor en juego, «ayudar en proyectos interesantes como voluntario». Función necesaria en un monasterio en el que, como recuerda, se necesita ayuda para atender a los niños que acogen «en situaciones delicadas». Confiesa Barber que «contribuir en proyectos interesantes es algo que mi corazón tenía pendiente desde hace muchos años».
Cualquier ayuda es buena en el que está considerado como uno de los países más pobres de Asia. Azotado por un devastador terremoto en 2015, cuando comenzaba a levantar cabeza recibió, como el resto del planeta, el azote de la pandemia. «Está costando muchísimo remontar», relata Barber desde el monasterio, «aquí la gente vive muy al día». La covid ha hecho y estragos y ha dejado muchos niños huérfanos como los que ahora habitan en el monasterio en el que vive el artista.
Ahora destina buena parte de su tiempo a trabajar en un mural que requiere muchas horas de dedicación y que se prevé que esté terminada el año que viene. Y es que Barber tendrá que regresar en abril a Menorca, ya que los visados solo se dan por cinco meses. La idea es volver al monasterio una vez pase el verano para disfrutar de lo que más le gusta, el arte, la mística y ayudar a los demás.
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