MADRID, 16 (OTR/PRESS)
El endeudamiento total de España, público y privado, es alto no solo debido a las cuentas del Estado, sino también a que las familias y las empresas obtuvieron mucha financiación exterior, ya que los bancos y las cajas que les prestaban el dinero lo tomaban en los mercados internacionales. Así fue hasta que estalló la burbuja inmobiliaria. Por tanto, una primera conclusión: el riesgo de la deuda española no está solo en el Estado, sino en el conjunto del país.
En las cuentas públicas, uno de los grandes desequilibrios se debe al paro, cuya cobertura ha disparado el déficit anual. En ese sentido, no es casualidad que el desempleo español duplique el de la media europea, ni que el déficit público (11,2%) también sea casi el doble (6,4% de media en Europa). Y todo ello, en un abrir y cerrar de ojos, ya que el sector público pasó de un superávit del 1,7% del PIB en 2007 a un déficit del 11,2% del PIB en 2009, un deterioro de 13 puntos en apenas dos años.
Si no se corrige la tasa de paro será poco menos que imposible cuadrar las cuentas, lo cual no es nada nuevo. Como recuerda el profesor Antón Costas, todas las políticas exitosas de estabilización que se han llevado a cabo en España han venido acompañadas de otras políticas orientadas a fomentar el crecimiento y el empleo. Se hizo así en 1959, en plena época dictatorial de Franco. Y, ya en democracia, con los Acuerdos de La Moncloa de 1977 que impulsó Fuentes Quintana, o el plan a medio plazo para la estabilización y el crecimiento de 1983, ya con Felipe González. El ex vicepresidente Pedro Solbes cree que si se logra un menor gasto en deuda pública, una mayor productividad en la inversión y una mayor competitividad puede haber elementos positivos para el crecimiento, pero el economista Guillermo de la Dehesa no se detiene ahí y apela también a la competitividad, lo que nos llevaría más lejos, al plantear también reformas estructurales añadidas al mero ajuste de Zapatero.
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