Alfonso Cordero y el doctor José Alegre, en los juzgados de Maó.    | Gemma Andreu

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«Todos los medicamentos me hacen efecto rebote y llevo años sobreviviendo como puedo, tirando de ahorros, con el apoyo de mi familia y amigos». Esta es la situación en la que se encuentra el menorquín Alfonso Cordero, de 49 años, desde que enfermó en 2018 y le diagnosticaron Síndrome de Fatiga Crónica (SFC) y fibromialgia. Desde entonces vive una auténtica odisea que le ha llevado a dos juicios para que le concedan la incapacidad por estas enfermedades «invisibles, pero muy limitantes». El primero se celebró en 2021 y la sentencia desestimó su demanda. El segundo se celebró el pasado lunes y Cordero está a la espera de conocer el pronunciamiento del juez, ante quien declararon Andrea Suárez y José Alegre, los dos médicos que han valorado la severidad de sus enfermedades para demostrar su gravedad.

En este segundo juicio, Cordero también presentó su principal baza: la denegación, en 2023, de la renovación del permiso de conducir camiones, imprescindible para poder ejercer su profesión habitual. «Tengo una discapacidad del 38 por ciento y una movilidad reducida de clase cuatro», explica este menorquín, que añade que «son definitivas» a raíz de las enfermedades con las que lidia a diario. «Ya me han advertido que, con mis condiciones, renovar el carné no será posible», afirma Cordero, que ha intentado estudiar para conseguir otro trabajo «pero es imposible, no puedo». El cansancio constante, la dificultad para concentrarse, procesar la información y retenerla son algunos de los síntomas de sus dolencias.

Impacto en la vida cotidiana

«Tú me ves y, aparentemente, me ves perfecto. Todas las pruebas y analíticas salen, además, bien. Son enfermedades que se diagnostican por descarte», explica Cordero, de ahí que, a pesar de presentar un amplio espectro sintomático, sean consideradas «invisibles». Cualquier esfuerzo físico, mental o emocional supone un empeoramiento de los síntomas, que no mejoran por completo con el descanso. «Me levanto rígido, con dolor muscoesquelético y tardo entre dos y tres horas en poder empezar el día», describe este menorquín, que llegó incluso a estar un año sin poder caminar.

Estas enfermedades han condicionado su vida cotidiana y también su vida laboral. Enfermó teniendo un trabajo estable, el de conductor de camiones, que tuvo que dejar «primero, porque no estaba bien y por responsabilidad», y luego porque no le renovaron el permiso de conducir. «He intentado estudiar y me he presentado a otras ofertas laborales, pero cuando ven a qué se debe mi discapacidad me descartan», lamenta, mientras espera que dando a conocer su caso «nuestra realidad, porque somos más de los que parecemos, se escuche y visibilice».

El Síndrome de Fatiga Crónica (SFC) requiere de un tratamiento multidisciplinar y del uso de diferentes fármacos para tratar los síntomas de la enfermedad y de otras patologías asociadas como la fibromialgia. El médico internista José Alegre define ambas como «enfermedades reconocidas, crónicas y complejas, que limitan y para las que hay diferentes tratamientos para mejorar la sintomatología y calidad de vida del paciente». Si bien no hay uno estándar, porque en cada paciente actúa de distinta manera, pueden llegar a necesitarse más de 35 fármacos para tratar, reconoce el menorquín Alfonso Cordero, enfermo de SFC y fibromialgia, «el dolor y cansancio persistente y más de 100 síntomas» que limitan sus actividades diarias. «Necesito recuperarme de cualquier pequeño esfuerzo», explica.

El apunte

«Es un síndrome más frecuente desde la infección por covid»

Las personas con Síndrome de Fatiga Crónica (SFC) presentan fatiga física y mental intensa, debilitante y grave que persiste más de seis meses y que se asocia a otras enfermedades como la fibromialgia. Es predominante en mujeres adultas, pero también es frecuente en niños y adolescentes, explica el médico internista y miembro de la red europea del SFC José Alegre, que añade que «es un síndrome cada vez más frecuente desde el coronavirus».

Afirma el doctor Alegre —que ha declarado en el segundo juicio celebrado con motivo de la demanda de uno de sus pacientes, el menorquín Alfonso Cordero— que «se estima que cinco millones de personas tienen SFC después de la covid, un hecho que abre la puerta a desarrollar nuevos tratamientos» para mejorar el pronóstico en personas que sufren esta enfermedad genética que puede desencadenarse por una infección y asociarse a otras patologias.

Diagnóstico

El diagnóstico se establece teniendo en cuenta unos criterios internacionales que permiten reconocer la gravedad de la multiplicidad de síntomas que    reflejan los pacientes. Entre ellos, el sueño no reparador, la intolerancia al ejercicio, disfunción cognitiva y la alteración del funcionamiento del sistema nervioso vegetativo. «Es común que este síndrome se desarrolle en personas que eran muy activas y que con el SFC ven limitada su vida cotidiana y laboral», expresa Alegre, que precisa que en el caso de afectar a menores es un factor añadido de fracaso escolar.

Con respecto a la fibromialgia, que se caracteriza por un dolor generalizado musculoesquelético asociado al SFC, el doctor Alegre incide en que es una enfermedad reconocida, crónica y compleja «para la que ya se dispone de fármacos aprobados por la Agencia Americana del Medicamento».