Alicia Rivera, periodista especializada en el área de ciencia y tecnología.

TW
13

La vida da muchas vueltas y sino que se lo digan a Alicia Rivera Casado, periodista científica ya libre de ejercicio de la profesión con más de 35 años de experiencia en ‘El País’. Pese a licenciarse en Ciencias Políticas y Sociología por la Universidad Complutense de Madrid, acabó desempeñando el periodismo como una de las mejores profesionales de su área.

Su capacidad para informar desde un interés genuino por la ciencia y la tecnología han supuesto que su labor y su figura sean reconocidas en diversas ocasiones con el premio Boehringer Ingelheim de Periodismo Científico en 1991, el Premio de Periodismo Científico del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) y el galardón de Periodismo Científico Casa de las Ciencias, ambos en 1998, o el premio García-Cabrerizo en 2011.

Los avances que se vislumbran

La madrileña, quien visita asiduamente la Isla y se mantiene informada de la actualidad de la misma a través de este diario, ofrecerá una sesión sobre ciencia a partir de las 19.30 horas de este viernes. Analizará el cambio climático o la biología molecular, entre otros campos científicos que espera que avancen a corto plazo.

A su juicio, ¿qué atributos debe reunir un buen periodista científico?
—Tiene que ser un buen periodista. Punto. Si se quiere dedicar a ciencia y tecnología, tiene que estar al tanto, estudiar y conocer sobre el campo. Al revés funciona menos. Es decir, ‘he estudiado ciencias y voy a hacer periodismo’. No, no. Primero hay que tener curiosidad. Luego se suma el rigor, el olfato de la información, de lo que es noticia. En primer lugar se debe ser periodista.

¿Cómo dio el salto de las Ciencias Políticas al periodismo científico?
—Siempre me había gustado leer algunas cositas. Había hecho el Bachillerato de ciencias y no me llevaba mal con la física y la química. A la hora de llegar a la universidad opté por otra rama, pero luego es un tema de leer y estudiar. Uno de los primeros temas que traté como periodista fue el espacio. Tú le preguntas a un ingeniero ‘oye, ¿cómo funciona un motor cohete?’ y él responde. Para algo él es el ingeniero, no tú. No hace falta ser uno. Un área que ha ocupado gran parte de mi vida laboral es la física de partículas, nada más y nada menos. Imagínate, como para sabértelo de antemano. Debes preguntar a los buenos físicos, a las buenas investigadoras, estar al tanto de los temas candentes...

A veces, la información científica puede resultar difícil de comprender para el lector. ¿De qué forma se puede ofrecer do una información científica accesible para todos?
—A veces me tocaba entrevistar a un científico que me preguntaba ‘¿usted tiene formación científica?’ y yo respondía ‘no, los lectores tampoco, pero yo tengo más práctica para explicarlo. Usted cuéntemelo a mí que si yo lo entiendo, se lo cuento a ellos’. Uno de los científicos que más he admirado, aunque no le llegué a conocer, es Richard Feynman, Premio Nobel de Física. Él decía ‘si no eres capaz de explicarle un problema científico a tu abuelita y que lo entienda, significa que tú no lo has entendido’. La inmensa mayoría de científicos están encantados de que les hagas caso y son conscientes de que gran parte de su trabajo se financia con dinero público, por lo que de alguna manera tienen que explicar lo que hacen.

En plena era de la desinformación, ¿cuáles son los actuales retos del periodismo científico?
—Tampoco creo que haya mucha más desconfianza que antes. Lo que sí hay son más bocazas y hacen mucho ruido. En la sesión del Ateneu voy a enseñar unas páginas webs que son rigurosas respecto a estos temas. Los hay más bocazas, como la NASA, pero nunca mienten. Tienen información basada en experimentos, en datos... Los terraplanistas antes estaban calladitos en el fondo del garaje, pero ahora con Internet están dando la lata a todas horas. Pero de ahí a que me dedique a discutir con ellos, como que no.

Pero no parecen por la labor de aceptar evidencias científicas. ¿Cómo se combate el ‘pues no me lo creo’?
—Pues demuéstremelo. Todas las manzanas de Newton se caen para abajo. Si usted me dice que van para arriba, demuéstremelo. Presénteme los resultados de un experimento científico sensato. Lo mismo ocurre con el cambio climático. ‘No, es que no existe’... Mire los datos de temperatura de las últimas tres décadas, se correlacionan de una forma increíble con la concentración de gases de efecto invernadero. Hay gente que hace un esfuerzo enorme por aprenderse cosas muy disparatadas. Por ejemplo, el ‘ah, pero es que no fueron a la luna’. ¿Sabe cómo funciona un motor cohete, el famoso Saturno V...? Por supuesto que existe la libertad de expresión, pero su credibilidad es muy baja o nula. Es tan importante el criterio como tener una mentalidad crítica.

¿Y no es peligroso que este mayor ruido se traduzca en el ascenso de políticos negacionistas del cambio climático?
—Estuve en la Convención de Kioto de 1997 y he estado sobre el tema. No seamos inocentes, porque no es algo accidental. En la actuación para frenar el cambio climático están implicados unos intereses económicos brutales a todos los niveles. Los negacionistas ya estaban en los 90, no es algo nuevo de ahora.