Las nuevas tendencias de compra obligan a una adaptación del mercado de Maó. | Gemma Andreu

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La voluntad existe. La estrategia está. Ahora faltan los recursos. Los comerciantes del Mercat des Claustre de Maó están dispuestos a adoptar medidas para adaptarse a los nuevos tiempos y atraer una clientela que les permita sobrevivir, superar una complicada situación agravada ahora por la pandemia y prolongar así una historia centenaria del recinto. «Si no logramos cambiar el paradigma actual, el mercado tendrá que cerrar», explica la presidenta del colectivo, Gemma Olives, lo que dejaría sin sustento a más de cien familias. Sabe que el reto no es pequeño. «Nuestro plan es ambicioso y nos ha obligado a hacer autocrítica, no hemos sabido adaptarnos».

Además, la empresa se afronta en un momento difícil. Aún así, reclama a las administraciones locales, Ayuntamiento de Maó y Consell, un marco de colaboración «para poner en marcha iniciativas encaminadas a la modernización, dinamización y reactivación, ya sea a través de subvenciones, ayudas o inversiones a las que nosotros no podemos llegar». Los contactos al respecto ya se han iniciado.

De momento, desde el Mercat des Claustre ya trabajan en una nueva imagen corporativa de Sa Plaça, que ayude a divulgar sus fortalezas para atraer nuevos clientes y fidelizar los existentes, como son el servicio, un producto de proximidad y calidad, y el papel de sus profesionales, con el lema «Som A quí». Además, se prepara una campaña para promocionar la ocupación de las paradas vacías.

Sa Plaça cuenta con cuarenta espacios, de los que ocho están vacantes y otros ocho solo funcionan durante la temporada alta. Solo quince negocios se dedican a la alimentación, actividad original del recinto, muchos de ellos regentados con personas de una cierta edad y sin perspectivas de relevo generacional. «Buscamos recuperar el papel que el mercado ha tenido tradicionalmente dentro del pueblo», afirma Olives.